miércoles, 28 de noviembre de 2018

La revolución de los seriéfilos:


De un tiempo a esta parte se viene hablando de la época dorada de la ¿televisión?, ¿seguro qué es televisión? yo ya no lo tengo tan claro. La televisión venía siendo hasta la fecha aquello que emitían en los distintos canales, bazofia en su gran mayoría que relegaba productos de calidad, como películas de autor, a altas horas de la madrugada, y que maltrataba sin remedio la emisión de aquellas series que no fueran objeto de audiencias millonarias (como olvidar que en su día La2 no llegó a emitir el último capítulo de A dos metros bajo tierra...). Por tanto, aunque se empeñen en conservar el formato clásico las series de televisión, con capítulos de una determinada duración y la puesta a disposición por temporadas, sinceramente creo que estamos ante el nacimiento de un nuevo género. Está el cine, la televisión, y las plataformas de pago.

La tan cacareadas época dorada ha supuesto el trasvase del talento cinematográfico a la elaboración de series para la televisión y las plataformas de pago. Si el cine cuidaba los guiones hasta el punto de encargarlos a escritores de la talla de Faulkner o Hemingway, ahora esa factura tan cuidada en lo que a la historia se refiere se ha trasladado a las series. Por fortuna, no se ha perdido.

Muchos dicen que esta revolución comenzó con Doctor en Alaska a finales de los 90, pero yo creo que nos tenemos que remontar mucho más atrás, en concreto hasta los años 60, a Los Vengadores, serie que por edad yo nunca que visto salvo por referencias, pero de la que aún hoy se oyen ecos, sobre todo en lo que a estética se refiere. Y no hay que olvidar que la actriz que daba vida a la legendaria Emma Peel, Diana Rigg, es quien interpreta a la sibilina reina de Altojardin en Juego de Tronos. Los Vengadores se trataba de una serie de "espías" por decirlo de alguna manera, que bebía directamente del éxito las películas de James Bond de la época, y cuya influencia, sobre todo en lo que a los retorcidos planes de los malvados aún vemos en películas como Los Increibles o la saga de Gru.

Bueno y también en los 60 tenemos el Santo y el Fugitivo, cuyo capítulo final aún hoy sigue siendo el tercer capítulo más visto de la Historia de la televisión.

Si, hubo vida antes de Netflix y HBO, y había series igual de buenas.

En los 70 tenemos el Superagente 86, que me encanta, y Colombo. Como olvidar ese puro y esa voz, para mi el mejor detective de todas las series. Ah, y tampoco podemos olvidar Arriba y abajo, Starky y Hush o la sencillamente genial Mash. También es la época de Los Ángeles de Charlie o La casa de la pradera, pero reconozcámoslo, han envejecido fatal.

En los 80 el entretenimiento fue el gran protagonista, en el cine (dando lugar a las mejores películas para ver con palominas nunca más vistas) y también en la televisión. Hay quien dice que son muy planas y simplonas, sin ningún valor añadido, pero lo siento, no comparto esa opinión, todos los que vivimos los 80 sabemos que en 1972 un comando compuesto de los mejores hombre del ejército americano fueron encarcelados por un crimen que no habían cometido, no tardaron fugarse de la prisión en la que se encontraban recluidos, hoy buscados todavía por el gobierno sobreviven como soldados de fortuna, si tiene usted algún problema y los encuentra quizá pueda contratarlos, venga vamos todos juntos nananana nanana nanananan nanana ¡El equipo A!, jajajaja

A ver que si todos los capítulos eran iguales y replicaban la misma historia, nos daba y nos sigue dando igual, porque quien no haya tratado de construir una central nuclear con un par de clips y una tableta de chocolate, le haya hablado al reloj cuando tiene el coche aparcado lejos para ver si viene solo, y después de todo le encante que los planes salgan bien, no sabe lo que es la verdadera televisión. Y todo eso sin efectos especiales, ni presupuestos millonarios, y lo siento, por mucha expectación que haga generado la llegada, por fin, de Daenerys Targarian a Poniente, o la muerte de Khal Dogo o Ned Stark no es comparable, ni de lejos, al shock causado por la muerte de Chanquete,  y todos lo sabemos. Porque del barco de Chanquete, no nos moverán.

De aquella época también tenemos Canción triste de Hill Street, cuya música al igual de la Cheers, aún tienen el poder de hacer que me pare, cierre los ojos, y viaje en el tiempo. Canción triste de Hill Street, a mi modo de ver, supone un punto de inflexión, el momento en el que algo comenzó realmente a cambiar, los personajes comenzaron a tener más profundidad y los argumentos iban mucho más allá de simplemente tratar de hacer pasar el rato al espectador, y es que ese "tengan cuidado ahí fuera" sigue siendo de plena actualidad.

Creo que me enamoré por primera vez viendo Remington Steele, y encima luego Pierce Brosnan fue James Bond, para que más, arg... Fue la serie que hizo de la tensión sexual no resulta un arte, y sin la que no hubieran sido posibles Luz de luna, El Mentalista o Bones. Por cierto, no recuerdo haber visto el final... en fin. Por no hablar de que aún espero poder encontrar un hotel como el de la serie del mismo nombre.

Luz de luna, aparte de ser ya el inicio de la transición a los 90, y la catapulta a la fama de Bruce Willis (¡con pelo!), supone otro punto de inflexión en las tan manidas series de detectives, quién puede olvidar los versos de la señorita Topisto contestando al teléfono. Y lo mismo podemos decir de Se ha escrito un crimen, la mejor serie sobre una gafe que yo he visto, si una gafe, porque vamos era aparecer la señora Lansbury por cualquier sitio y morirse alguien, igual en que A dos metros bajo tierra, siempre sabes que en cada capítulo va a morir alguien.

Y en los 90 llegó la revolución, la televisión se vuelve culta y sesuda, y los giros argumentales dan para horas y horas de discusiones en los foros de la recién nacida Internet, ay, que sería de nosotros los frikis sin Internet.

El punto de partida real de esta nueva forma de hacer televisión es Doctor en Alaska, las aventuras y desventuras del Doctor Fleischmann en Cicely, son aún hoy insuperables. Serie llena de referencias cinéfilas y literarias donde las haya, supuso también el inicio del maltrato sistemático por parte los canales de televisión a las series de calidad para desesperación absoluta de sus seguidores. Se emitía los viernes a las 12 de la noche. Para poder ver todos los capítulos en orden me tuve que comprar hace años los DVDs. Sin comentarios. Dicen que quieren hacer un remake, habrá que ver si supera al original, que algunos aún tratamos de sintonizar en la radio el programa de Cris por la mañana en la K-Oso.

Tras Doctor en Alaska, llegó A dos metros bajo tierra, Los Soprano, The Wire, y las Chicas Gilmore. La nueva televisión ya estaba aquí para quedarse, eso si conseguías poder seguir el hilo de alguna debido a los continuos cambios de horario a los que eran sometidas. No conseguí ver en orden Sexo en Nueva York hasta la reposición en Divinity hace unos años. Un horror.

Pero llegó un momento en que los ya seriéfilos acabamos hasta las narices, queríamos ver esas nuevas series, hacerlo en orden y poder comentarlas, y ahí estaba esperándonos nuestro nuevo gran aliado: Internet, y comenzaron las descargas ilegales, de cuya única culpa tuvieron los canales convencionales.

Recuerdo que cuando Cuatro estaba emitiendo Queer as Folk olvidaron, si olvidaron, emitir el último capítulo de la segunda temporada. ¡Una season finale!, eso es imperdonable, los seguidores de la serie unidos y convocados a través un foro donde comentábamos los capítulos nos pusimos a llamar al canal como posesos, y conseguimos que lo emitieran un sábado, a las tres de la madrugada... La tercera temporada la pirateamos subiendo los capítulos al Megaploud, y quien esto escribe es una persona extremadamente respetuosa con los derechos de autor, pero llegó un momento en el que ver una serie de calidad con orden y concierto era imposible.

A través de la red de redes los fanáticos de la televisión nos descubrimos unos a otros, generándose todo un subgénero, los fanfic, continuaciones de las series escritas por los seguidores.

Luego están las esperas interminables, siempre tienen el don de dejarte la historia en el momento más interesante, ¿y ahora tengo que esperar a la semana que viene? o lo que es peor ¿a la emisión de la nueva temporada el próximo año?, un escándalo, y aquí vuelvo al inicio de este post, y es que la nueva forma de ver series bajo demanda a través de plataformas de pago, igualmente de la mano de Internet, si que ha sido toda una revolución.

Quien inventó Netflix, es un friki seriéfilo que estaba harto, no hay que ver que son los primeros a los que se la ha ocurrido la sencilla idea de estrenar las temporadas completas, sin esperas. Porque los seriéfilos no vemos series, nos las bebemos encadenando un capítulo tras otro, es más, yo suelo esperar a que acaben del todo para verme del tirón las X temporadas que corresponda.

Veo lo que quiero y cuando quiero, no tengo que depender de estar pendiente de un horario de emisión (bueno yo siempre he programado la grabación y luego lo he visto cuando he considerado), ni en muchos casos una semana, al estrenarse, como digo, muchas series por temporadas completas. Y yo es que aún no entiendo como puede haber series que respeten ese formato tradicional, y para mi rancio y obsoleto, de emitir un capítulo por semana ¿por qué? si las audiencias en nada serán cosa del pasado.

Lo malo de todo esto es que ver productos de calidad sin pagar ya es casi imposible, se ha visto con Juego de Tronos, Cuatro y La Sexta emitieron las primeras temporadas, pero ahora ya si no se tiene Movistar o HBO es imposible seguir su emisión, y eso aleja a una parte del público de productos de manufactura impecable, condenándoles a tragarse la cada vez más bochornosa televisión gratuita, con honrosas excepciones como Modern Family o The big bang Theory, claro.

Por si a alguien le interesa, ahora mismo estoy viendo como unas 7 series a la vez, Outlander, La casa de papel, El desencanto, El joven Sheldon, Mom, The good Doctor y Younger.

Bienvenidos a una nueva era.

martes, 16 de octubre de 2018

Diario de un español por el mundo

"Diario de un español por el mundo", de Juan Sepúlveda Sanchís, es una divertida sátira del tradicional género de literatura de viajes. El protagonista, un estudiante valenciano (alter ego del autor) cuenta en primera persona sus andanzas y aventuras en Rumanía, Texas e Islandia, junto con otro puñado de estudiantes de diversas nacionalidades.

Conocí a Juan durante su estancia en Madrid (por cierto, Juan una sugerencia, ya sé que Madrid no es un país, pero para próximas entregas podrías añadirlo como destino), ya que se unió a la tertulia Letras de Lavapiés, que por aquel entonces organizaba junto con unos amigos en el Café Barbieri. Desde un primer momento le dio otro aire a la tertulia, no sólo porque nos hizo mover el culo del Barbieri, e ir por ejemplo al Getafe negro o a la radio, sino que además nos abrió un blog, que por cierto, fue lo que me dio la idea para comenzar a tener yo uno propio, aunque fuera para escribir sobre aquello que se pasara por la cabeza. Por aquel entonces estaba escribiendo lo que más tarde sería su primer libro de relatos, "Las seis caras de un dado", y aquellos relatos sobre mafiosos rusos o cines misteriosos, contrastaron bastante con las habituales poesías del resto de miembros. Recuerdo que le dije a los demás, éste será el primero de todos nosotros en publicar, y así fue. "Diario de un español por el mundo" es su tercer libro.

Todos aquellos que hemos conocido a alguien que se haya ido de Erasmus (yo fui tonta y no me fui), hemos oído contar impresionantes anécdotas sobre fiestas sin fin, borracheras épicas, rupturas traumáticas, o no tanto (toda mi generación y las siguientes, sabemos que no hay relación de pareja que sobreviva a una beca "orgamus"), amistades internacionales, y básicamente la mejor experiencia de sus vidas. No sé yo si Erasmo de Rotterdam, tenía eso en mente cuando pensó por primera vez en la unidad de Europa, pero bueno, desde luego, unir lo que se dice unir, une mucho a personas de diversas nacionalidades, jajaja. Pues bien, este ameno libro, es como escuchar las aventuras de tu amigo recién aterrizado de cualquier universidad europea, pero sin beca Erasmus de por medio. 

Hay situaciones tan surrealistas, que aún conociendo al autor, me planteo si no serán inventadas. Para mi la más desternillante de todas es una "corrección de examen" en Texas, en la que para distraer la atención hace que acusen al profesor de robar una chocolatina, para así poder aprovechar la confusión para, buscar un examen con el nombre escrito a lápiz, borrarlo y poner el suyo, aspirando los restos de goma de borrar, para no dejar pruebas... hay que leerlo de verdad. Lo mejor cuando termina hablando con el ayudante del profesor con los restos de goma de borrar entre los dientes. En mi opinión la mejor parte es de la Texas, Juan deberías contar toda tu estancia, no sólo los primeros días, seguro que te da para un libro completo. 

Hay mil situaciones que hacen que el lector se ria con ganas, y vea con gran simpatía esa maravillosa aventura que es siempre el viajar. En definitiva una gran recomendación para pasar un buen rato, y conocer un poquito más sobre otros países.

Podéis encontrar este magnífico libro en Amazon.


domingo, 14 de enero de 2018

Tú no eres como otras madres

Tú no eres como otras madres, de Angélika Schrobsdorff, es una novela que captó mi atención por su singular título, y que lejos de defraudarme, me ha atrapado como hacía tiempo no lo hacía ningún otro libro. En él, la autora, narra la vida de su madre, y en cierta manera de ella misma, desde el mismo día de su nacimiento hasta su muerte.

Nacida en el seno de una familia judía en el Berlín de finales del s. XIX, la protagonista tiene una vida que desde luego merecía una novela, y sin duda una película. No sólo fue una mujer adelantada a su tiempo, que consigue librarse de las garras de un destino propio de la burguesía de la época, que la abocaba sin demora a un matrimonio sin amor, que la encerraría para siempre en la cocina y el paritario. Se casa por amor, con un escritor protestante en contra de los deseos de su propia familia, con lo que aquello representaba en aquella época, lazándose de lleno a lo que la autora repite sin cesar a lo largo de la novela, al ancho y libre mundo cristiano, algo que como cristiana que soy, me ha hecho mucha gracia, claro que probablemente porque no conozco las imposiciones propias de otras religiones, y por tanto, no valoro como debería lo que tengo.

De ese primer matrimonio nacerá su hermano mayor, Peter, y luego de hacer las paces con sus padres,  y sacudirse todo el romanticismo del cuerpo al descubrir una infidelidad de su marido, se lanzará a vivir sin freno ni demora los locos años 20, y en Berlín, que no es poco decir. Así, en una orgía, conocerá a su segundo marido, y padre de la autora, eso, tras haber tenido una otra hija con un amante con el que convive junto con su marido. A su segundo marido, tampoco es que le sea muy fiel, pero es muy buena persona, y una bellísima amistad les unirá toda la vida.

Cuando todo en su vida parece encauzarse sucede algo que como lectora, y dada la época y el país, estaba esperando que ocurriera, el ascenso del nazismo. Dan ganas de gritarle por dios Else, coge a tus hijos y sal corriendo de Alemania, pero no lo hace, hace tiempo que no se siente judia, el judaísmo es una mera anécdota en su vida, casada con un protestante, con sus hijos bautizados...pero claro, todos sabemos que eso les iba a dar igual.

La visión que se ofrece en este libro, ha sido novedosa para mí, te da la de los propios alemanes que no estaban de acuerdo con el nazismo, y observan atónitos y sin poder dar crédito lo que ocurre en su país. Se repiten una y otra vez que en la culta y educada Alemania, hay cosas que no pueden suceder, y que alguien les podrá freno. Que lástima, todos sabemos cómo acaba la historia.

Finalmente ocurre lo inevitable, y Else se marcha con sus dos hijas a Bulgaria, donde se bautiza bajo el clero ortodoxo, porque lo más triste de la historia, es que ella se siente cristiana. En Bulgaria como es sabido les acaba alcanzando la guerra, y esa parte contada bajo el prisma de los recuerdos de la autora (otras partes están reconstruidas con testimonios de amigos y familiares, así como con la prólija correspondencia de su madre), y es sin duda alguna la más dura. Las guerras siempre lo son. Curiosamente su relato me ha recordado mucho al que hace Sandor Marai en La mujer justa, aunque éste sea húngaro, y la autora de la novela que comento pasara la guerra en Bulgaria. Son relatos muy parecidos, los bombardeos, el hambre, la suciedad, la llegada de los comunistas... Otro episodio a destacar es la vuelta a una Alemania derrotada, hundida y arruinada. Una visión, que apenas se ha mostrado hasta ahora, máxime teniendo en cuenta que la mayoría de relatos sobre la II Guerra mundial se han escrito por los vencedores.

Puede que quien lea líneas piense que le destripado la novela, pues bien, les aseguro que no es así, que lo que cuento es apenas una sinopsis de lo acontecido en la vida de Else Kirschner.

En definitiva aconsejo a todo el mundo la lectura de esta novela, que ha sido un gran éxito en su país de origen, y a la que yo llegué por casualidad. Y si además se conoce Berlín, como se mi caso, se disfrutará de su lectura aún más, aunque ahora tenga que volver para conocer Wansee.

Una última cuestión, señora Schrobsdorff, si llegara a leer estas líneas, permítame que la diga que no la perdono que pusiera fin a su libro sin un epílogo que contará que fue de su hermana Bettina, de verdad.