domingo, 14 de enero de 2018

Tú no eres como otras madres

Tú no eres como otras madres, de Angélika Schrobsdorff, es una novela que captó mi atención por su singular título, y que lejos de defraudarme, me ha atrapado como hacía tiempo no lo hacía ningún otro libro. En él, la autora, narra la vida de su madre, y en cierta manera de ella misma, desde el mismo día de su nacimiento hasta su muerte.

Nacida en el seno de una familia judía en el Berlín de finales del s. XIX, la protagonista tiene una vida que desde luego merecía una novela, y sin duda una película. No sólo fue una mujer adelantada a su tiempo, que consigue librarse de las garras de un destino propio de la burguesía de la época, que la abocaba sin demora a un matrimonio sin amor, que la encerraría para siempre en la cocina y el paritario. Se casa por amor, con un escritor protestante en contra de los deseos de su propia familia, con lo que aquello representaba en aquella época, lazándose de lleno a lo que la autora repite sin cesar a lo largo de la novela, al ancho y libre mundo cristiano, algo que como cristiana que soy, me ha hecho mucha gracia, claro que probablemente porque no conozco las imposiciones propias de otras religiones, y por tanto, no valoro como debería lo que tengo.

De ese primer matrimonio nacerá su hermano mayor, Peter, y luego de hacer las paces con sus padres,  y sacudirse todo el romanticismo del cuerpo al descubrir una infidelidad de su marido, se lanzará a vivir sin freno ni demora los locos años 20, y en Berlín, que no es poco decir. Así, en una orgía, conocerá a su segundo marido, y padre de la autora, eso, tras haber tenido una otra hija con un amante con el que convive junto con su marido. A su segundo marido, tampoco es que le sea muy fiel, pero es muy buena persona, y una bellísima amistad les unirá toda la vida.

Cuando todo en su vida parece encauzarse sucede algo que como lectora, y dada la época y el país, estaba esperando que ocurriera, el ascenso del nazismo. Dan ganas de gritarle por dios Else, coge a tus hijos y sal corriendo de Alemania, pero no lo hace, hace tiempo que no se siente judia, el judaísmo es una mera anécdota en su vida, casada con un protestante, con sus hijos bautizados...pero claro, todos sabemos que eso les iba a dar igual.

La visión que se ofrece en este libro, ha sido novedosa para mí, te da la de los propios alemanes que no estaban de acuerdo con el nazismo, y observan atónitos y sin poder dar crédito lo que ocurre en su país. Se repiten una y otra vez que en la culta y educada Alemania, hay cosas que no pueden suceder, y que alguien les podrá freno. Que lástima, todos sabemos cómo acaba la historia.

Finalmente ocurre lo inevitable, y Else se marcha con sus dos hijas a Bulgaria, donde se bautiza bajo el clero ortodoxo, porque lo más triste de la historia, es que ella se siente cristiana. En Bulgaria como es sabido les acaba alcanzando la guerra, y esa parte contada bajo el prisma de los recuerdos de la autora (otras partes están reconstruidas con testimonios de amigos y familiares, así como con la prólija correspondencia de su madre), y es sin duda alguna la más dura. Las guerras siempre lo son. Curiosamente su relato me ha recordado mucho al que hace Sandor Marai en La mujer justa, aunque éste sea húngaro, y la autora de la novela que comento pasara la guerra en Bulgaria. Son relatos muy parecidos, los bombardeos, el hambre, la suciedad, la llegada de los comunistas... Otro episodio a destacar es la vuelta a una Alemania derrotada, hundida y arruinada. Una visión, que apenas se ha mostrado hasta ahora, máxime teniendo en cuenta que la mayoría de relatos sobre la II Guerra mundial se han escrito por los vencedores.

Puede que quien lea líneas piense que le destripado la novela, pues bien, les aseguro que no es así, que lo que cuento es apenas una sinopsis de lo acontecido en la vida de Else Kirschner.

En definitiva aconsejo a todo el mundo la lectura de esta novela, que ha sido un gran éxito en su país de origen, y a la que yo llegué por casualidad. Y si además se conoce Berlín, como se mi caso, se disfrutará de su lectura aún más, aunque ahora tenga que volver para conocer Wansee.

Una última cuestión, señora Schrobsdorff, si llegara a leer estas líneas, permítame que la diga que no la perdono que pusiera fin a su libro sin un epílogo que contará que fue de su hermana Bettina, de verdad.