viernes, 30 de diciembre de 2011

Una cuestión de respeto

Hace un rato he oído en el telediario que el nuevo gobierno de Mariano Rajoy va a eliminar el canon digital. ¿Error o acierto? yo más bien diría que populismo.

La medida de implantar un canon digital, ha sido desde un inicio muy impopular entre determinados sectores de población. Entre todos aquellos que creen que tienen derecho a obtenerlo todo gratis, cuando sólo trataba de regular una novedosa situación, y coordinar la coexistencia de dos derechos, el de los derechos de autor, y el acceso a la cultura.

Supongo que el nuevo gobierno lo habrá hecho para intentar relanzar el consumo de determinados aparatos, abaratándolos de alguna manera. Aunque eso perjudique otras economías, en concreto la de los autores. Es obvio que nadie se convierte en autor, ya sea musical o literario, para hacerse rico, sino como respuesta a una necesidad vital de expresarse, pero como el resto de los trabajadores merecen una remuneración a cambio.

Cuando comenzó la revolución digital y Apple lanzó al mercado el primer MP3, los primeros, y durante mucho tiempo, únicos afectados, fueron los músicos. Comenzó una inagotable descarga ilegal de música por internet. Claro que a ellos siempre les quedan las actuaciones en directo, que también generan derechos a los compositores. Luego les siguio el séptimo arte, es cierto que muchas películas siguen llenando las salas, pero han sido muchos los cines que han tenido que cerrar. A continuación fueron las series de televisión, aunque éstas recaudan dinero con la publicidad en la primera emisión. Tras la llegada del ibook, le ha tocado el turno a la Literatura.

Parece un poema de Berton Bech.

Odio el ibook.

No comprendo como nadie puede leer un libro entero a través de esa pantalla. Es algo inmaterial. Los libros hay que tocarlos, sentirlos, pasar las páginas conforme avanza la historia, y luego depositarlos en una estantería para poder contemplarlo. Por no hablar del inmenso placer que supone bucear en una librería, eso no lo puedes hacer en internet, no es lo mismo.

Quien usa el ibook, no ama la Literatura. Bueno, puede que me haya quedado ya desfasada, quien sabe, o puede que al final el papel resista, el tiempo lo dirá.

Claro que digo lo mismo que de los bestseller (ya les dedicaré una entrada), mientras la gente lea, malo del todo no puede ser. Siempre que el libro que se lea en el ibook, o el ordenador se lea de forma legal.

No es la primera vez que alguien me enseña una carpeta (informática) repleta de títulos pirateados, diciendo mira, que esto a ti te va a gustar. Pero en que cabeza cabe, por Dios. Es como si de alguna manera me estuvieran robando. Y no es porque quiera hacerme rica con la Literatura, tengo más posibilidades de que me toque el gordo de la lotería de Navidad,  pero es que un libro supone muchas horas de trabajo de su autor, muchas, y ese trabajo merece ser reconocido y apreciado, y descargárselo ilegalmente supone una terrible falta de respeto hacia el escritor, porque expone que su trabajo no tiene ningún valor.

¿Qué le parecería a todos esos pirateadores que a ellos no les pagaran por su trabajo? si, que fueran todos los días a la oficina, y que al final de mes cuando tuvieran que cobrar la nómina, no les dieran nada, porque total que más da, el trabajo se da gratis.

Es una terrible falta de respeto, que me ofende profundamente.

Hay quien me dice que tienen derecho a acceder a la cultura libremente, es cierto, pero es que existen unos lugares llamados bibliotecas públicas, que parece que ya nadie se acuerda de ellas. Lo único que ocurre es que quieren todo gratis, y sin moverse de casa, da igual que sea música, películas, series de televisión, o libros, da igual todo gratis. Me voy a ir a una tienda a pedir gratis un ordenador nuevo, que tengo derecho porque lo necesito para navegar, a ver que me dicen.

Lo repito es una falta de respeto.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Poeta sucumbiendo bajo un alud de ollas de acero inoxidable

El singular título que da nombre a esta entrada, corresponde al libro de Manuel de Mágina publicado por la editorial El desván de la memoria.

Recientemente tuve ocasión de acudir a una doble presentación, que correspondía tanto al libro como a la editorial, puesto que se trata de la primera publicación para ambos. La editorial El desván de la memoria, nace del taller literario virtual del mismo nombre, que dirige Ramón Alcaraz desde el año 2003.

Conocí a Ramón hace un par de años, en un curso de redacción de guiones que él mismo impartía a través de la Escuela de escritores Alonso Quijano de Alcazar de San Juan. Posteriormente he acudido a sus cursos de relato breve, en esta ocasión impartidos a través del Taller de Redacción y Escritura Creativa Tomás Gallego, organizado por mi querida amiga, la poetisa Teresa Gallego. Ramón, también fue quien corrigió mi libro de relatos cortos, aún inédito.

Le quería dedicar esta entrada, porque en el discurso de la presentación explicó que el motivo que le había llevado a fundar una editorial era conseguir que de una vez por todas, algunos de los libros de sus alumnos vieran por fin la luz. Nos explicó algo que muchos de los estábamos allí sabíamos, que si no eres comercial no te publican, y no eres comercial porque no eres conocido, y no eres conocido porque no has publicado, y no publicas nada porque no eres conocido... y así hasta el infinito. Parecía la historia de mi vida.

El mercado editorial es una especia de bunker de alta seguridad, al que nadie puede acercarse salvo que ya esté dentro.

Personalmente (que he enviado mi libro a casí 40 editoriales sin resultado), no creo que el hecho de publicar o de no hacerlo, sea sinónimo de mayor o menor calidad. De hecho, leyendo las obras que su publican, y que ganan premios, puede que incluso sea un síntoma inequívoco de calidad literaria. Pero el caso es que algunos lo consiguen y otros no, ¿cuál es la fórmula del éxito? que un editor piense que puede ganar mucho dinero con lo que tú has escrito. Y es que no nos engañemos, la Literatura hace mucho que dejó de ser un arte para convertirse en un negocio.

Sin embargo, todo eso nos deja fuera a muchos autores que amamos este Arte, porque para nosotros si que lo sigue siendo, por encima de cualquier cosa, y que más que pensar o respirar, fabulamos historias.

Las excusas que te dan las editoriales son de lo más variopintas, que si el relato breve no tiene salida en el mercado y les mandes una novela (claro, luego si eso me saco cinco de la chistera), que si no publican libros de relatos de un sólo autor (aunque tú tengas en tu casa publicaciones suyas de un único escritor), que si sólo publican a mujeres muertas (bueno, de momento espero no entrar en ese grupo)... en fin, cualquier cosa, pero debajo de cada carta siempre subyace lo mismo, que no has publicado nada, que no eres conocido, y por tanto nadie va a apostar por ti, y como nadie lo hace  vas a seguir siempre en el mismo punto muerto.

Bueno, me olvidaba de mi favorita, las editoriales que cuelgan en su web que por favor, nadie les mande nada por correo electrónico, que solo quieren papel. Vamos a ver, tanta era digital, tanto ibook, y tanta historia y al final me tengo que seguir gastando el dinero en reprografía y correo postal. Y que conste que esto lo dice una ferviente defensora del papel, del libro tradicional, pero eso no obsta para que sepa apreciar las ventajas de determinados aspectos de la tecnología actual.

Por todo ésto, las iniciativas como la de Ramón Alcaraz, que nacen del simple amor a la buena Literatura con mayúsculas, y del deseo de dar conocer esas obras rechazadas por el mercado, pero dignas de la atención de los mejores lectores, son una bocanada de aire fresco dentro de un mundo que hace décadas olvidó sus orígenes artísticos, para dejarse seducir por las mieles del capitalismo.

Ahora solo falta la distribuidora.

jueves, 8 de diciembre de 2011

China

Hoy he visto en las noticias, que China sufre las consecuencias de una gigantesca burbuja inmobiliara, de forma que solamente en Pekin hay más de 60.000 pisos vacíos. Pero que pena me dan...

No es ningún secreto para todos aquellos que me conocen, que no tolero los abusos de la política económica china, o para ser más exactos, de su uso y abuso sistemático de esa arma arrojadiza que es la competencia desleal, asumida, e inexplicablemente tolerada, por otros Estados soberanos. Y no es que tenga algo en contra de los chinos, por favor que nadie lo piense al leer estas líneas, no se trata de eso, todo lo contrario, admiro a ese pueblo que aportó en el pasado grandes inventos que cambiaron la humanidad, como mi querido papel, y que ante penurias económicas no ha dudado en emigrar, ignorando diferencias culturales y barreras lingüisticas.

Lo que ocurre, para empezar, es que no tolero a su gobierno. Dudo que haya alguien que lo haga. No sólo por el abominable hecho de que se trata de una cruenta dictadura (parece que ya nadie se acuerda de Tian´anmen, y les aseguro que yo lo tengo muy presente), que sin ir más lejos el año pasado vetó la comunicación de la concesión del Premio Nobel de la Paz a un activista que lleva décadas en la cárcel, y no permite a sus ciudadanos algo tan básico como el libre acceso a internet. Sino también, y tengo que reconocer que de un tiempo a esta parte, de forma más preeminente por sus políticas económicas.

Y es que es indudable, China ha logrado la cuadratura del círculo, el capitalisto salvaje comunista.

Como todos sabemos, la mayor parte de las empresas de Occidente se han llevado sus fábricas a China. Lo hacen al calor de salarios bajos, y abaratamiento de costes. Una fuga de producción consentida por todos los gobiernos. ¿Pero es qué somos idiotas?

Hace siglos, Castilla vendía su excelente lana merina a Inglaterra, para luego comprarle el paño que fabricaba con dicha lana. Algo que supuso un paulatino e imparable empobrecimiento de Castilla. Y como ignoramos totalmente aquella máxima de Cánovas del Castillo, que decía que hay que conocer bien la Historia para no repetir los errores del pasado, pues nada, ahora dejamos que todos los puestos de trabajo se vayan a China, y luego compramos sus productos desechando los de producción propia.

Pues si, Occidente es idiota, pero mucho.

Yo defiendo como nadie el derecho de todos los pueblos a buscar una vida mejor. El estado del bienestar, y la extensión de la clase media, deberían dejar de ser un privilegio de unos pocos países, para convertirse en la situación general de todas las naciones. Pero no a costa de hundirnos al resto.

El hecho de que sus salarios sean más bajos se debe a que trabajan en condiciones de semiesclavitud (menos mal que son comunistas, y el comunismo es la dictadura del proletariado, que si no....), y lo que es más importante, la calidad de la fabricación es ínfima. No estoy descubriendo nada nuevo, todos sabemos que aquello que se fabrica en China es una porquería, muy barato, eso si; de hecho los nuevos ricos chinos, se niegan a comprar productos fabricados en su país, porque buscan calidad.

Por lo menos el paño de los ingleses era bueno, con los siglos nos hemos idiotizado más.

Además, su gobierno utiliza armas económicas, como una perpetua devaluación artificial de su moneda, el yuan, de manera que al cambio resulte mucho más ventajoso comprarles a ellos que a otras economías emergentes. Eso tiene un nombre, competencia desleal.

Al hecho de que estamos perdiendo puestos de trabajo en Occidente, porque nuestras empresas se llevan la producción a China, y somos tan estúpidos de comprar luego sus productos, pese a ser de inferior calidad y por tanto, durar menos, simplemente porque son más baratos, aunque perjudiquemos con ello a las pocas empresas que aún operan aquí, y poniendo en peligro nuestros propios empleos, hay que añadir el masivo desembarco de comerciantes chinos.

Vuelvo a decir lo mismo que he dicho antes, no tengo nada en contra de los chinos, ni de aquellas personas que luchan por lograr un futuro mejor. Pero creo que no lo están haciendo bien. Ni nuestros gobiernos tampoco, ¿a qué esperan para imponer aranceles aduaneros, sancionarles por políticas de competencia desleal, y falta de respeto a los derechos humanos?

España es un país con un tejido industrial compuesto básicamente por pymes, donde el pequeño comercio crea tradicionalmente la mayor cantidad de eso tan escaso como es el empleo estable. O por lo menos lo era hasta hace unos años. Todos hemos visto como en los últimos años el aspecto de muchas de nuestras calles cambia, donde antes había pequeño comercio, ahora solo hay tiendas de chinos, venden alimentación, ropa, manicura... sus comercios florecen como las setas en otoño. Venden más barato, y no se puede competir, no respetan los horarios de cierra, y no se puede competir, no pagan impuestos ni licencias, y eso es una clamorosa injusticia.  Pero la gente les compra.

Vamos a ver, es que no somos conscientes de que con su actitud están haciendo saltar por los aires todos los derechos sociales que tanto nos ha conseguido lograr a los europeos (vuelvo a repetir, menos mal que son comunistas, que si no...). Los trabajadores tenemos derecho a percibir un salario justo, a tener horarios que nos permitan tener vida más allá de nuestra ocupación, a tener vacaciones... algo que ellos ignoran por completo. Mucha gente pensará, yo lo he pensado muchas veces, que porque otras personas no abren negocios como los suyos, pues la respuesta es simple, primero porque el resto de comerciantes, sean de la nacionalidad que sean, respetan los horarios de cierre y apertura (¿de verdad necesitamos comprar una docena de huevos a las 23:30 hs. de la noche o un pantalón vaquero un domingo?), pagan impuestos y licencias, y lo que es más importante, salarios.

Además, todo lo anterior, el haber desarrollado en unos pocos años, una economía que al resto de países nos ha costado un par de siglos, creo que les va a pasar factura a los propios chinos. En primer lugar porque creo que están destrozando su medio ambiente, segundo, porque un mejor nivel económico debería traducirse en una mejor calidad de vida (por favor, que aprendan algo de nosotros), y tercero, porque algo que crece tan deprisa podría traducirse en un castillo de naipes.

Y así vuelvo al comienzo de esta entrada, China acusa el posible fin de la mayor burbuja inmobiliaria del mundo. ¿Nos suena? por desgracia si.

Por eso, yo hace mucho que no compro en tiendas regentadas por chinos, o al menos no lo haré, hasta que comiencen a jugar las mismas reglas del juego que el resto de comercios; y no compro nada fabricado en China. Por favor, a partir de ahora, cuando vayan a comprar algo, miren la etiqueta, y antes de pagar, tengan un pequeño momento de reflexión, y piensen en Tian´anmen, en las cárceles llenas de disidentes del régimen, en la falta de respeto a los trabajadores, al derecho a un salario justo, al respeto a la calidad de la mercancía, en nuestras empresas que no pueden sobrevivir a su competencia, y luego si quieren cómprenlo.

Para terminar, sólo decir que hay otras economías emergentes, como Brasil o Perú, que logran progresar únicamente a base de mucho esfuerzo y trabajo.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Españoles por el mundo

Parafraseando el título de un programa de televisión, quería plasmar en esta entrada la actual situación que vivimos en nuestro país, y que está llevando a muchos miembros de mi generación a emigrar. Emigrar, si, hay que comenzar a utilizar esa palabra sin tapujos, porque las personas no se están marchando a ver mundo, ni a vivir aventuras, sino a buscar trabajo, y eso es emigración.

No puedo evitar pensar que dentro de la gravedad, es algo que no le viene mal a mucha gente.  A aquellos que llamaban sudacas y panchitos (como odio esa expresión) a los sudamericanos, y miran con recelo a su alrededor cada vez que se cruzan con un árabe o un negro, aunque lleven traje y corbata. Los mismos que olvidaron que sus padres y abuelos, se habían tenido que buscar la vida en Alemania, Francia, Argentina, México.... eso pasa por desmemoriados.

Porque como dice el refrán "ni pidas a quien pidio, ni sirvas a quien sirvio". Porque en lugar de convertirnos en tierra de acogida para aquellos que buscan un futuro mejor, haciendo uso de nuestra memoria colectiva, España fue en muchos casos un lugar de recelo y abusos laborales.

Hay quien dice que es que antes los españoles se iban con un contrato, y ahora los inmigrantes no tienen papeles. Mentira. Como familiar de emigrantes, puedo afirmar que se iban con un billete de ida, un conocido que les ayudara los primeros días, y a buscarse la vida. Y quien no me crea, no tiene más que ver la tan manida "Vente pa Alemania, Pepe",  para contemplar a un Alfredo Landa escondiéndose de la policía alemana porque no tiene papeles.

Es cierto que desde aquellos tiempos este país ha cambiado mucho, pero eso no justifica que también nos hayamos vuelto amnésicos.

Abandonar tu país en busca de un supuesto futuro mejor, es algo más duro de lo que muchos piensan. No solo implica dejar atrás tu ciudad, tus amigos, tu familia, tu idioma y costumbres, sino que te aboca a un perpetuo desarraigo si el retorno se dilata en el tiempo. No quiero ni pensar, lo que debe suponer dejar como muchos hijos pequeños, con todo un océano por medio.

Mi pareja lleva año y medio en paro, a pesar de ser licenciado universitario, hablar dos idiomas, y tener más de una década de experiencia laboral. Y como él mucha gente. Somos una generación que en un momento tildaron de X, pero que más bien se debería haber bautizado con un signo de interrogación; el símbolo del futuro que nos espera.

Está pensando muy seriamente irse al extranjero, como otros muchos hicieron antes que él, como otros tantos lo harán después. En su caso, es un viaje de ida y vuelta, pues ya vivio la experiencia hace muchos años. Y yo me planteo, ¿cómo sería mi vida en otro lugar? un lugar cuyo idioma desconozco, cuyas costumbres me son ajenas, y en el que sería, no nos engañemos, una ciudadana de segunda. Eso sin contar con el hecho de tener que abandonar mi amado Madrid, mis calles, mis colores, mis olores, mis recuerdos, mi familia... sin una fecha de regreso por obra y gracia de la economía.

Porque no es lo mismo ser un eramus veinteañero que se marcha un año a vivir la fiesta por Europa, que un treinteañero con sensación de derrota cuando apenas le han dejado iniciar la batalla.

Para terminar, quisiera compartir con todos vosotros, un artículo publicado en El País, que me ha enviado esta mañana una buena amiga desde Frankurt, una de esos Españoles por el mundo.


CONCHA CABALLERO
Las ilusiones perdidas
Hasta hace poco era un privilegio de los nuevos tiempos que les permitía gozar de una libertad sin límites, de un mundo sin fronteras, de una capacidad casi infinita de aprendizaje... Hasta que llegó la crisis y la maleta pareció distinta, la espera en la fila de embarque más embarazosa, la despedida más triste y el fantasma de la ausencia definitiva más cercano.
No. No llevan maletas de cartón, ni hay aglomeraciones en el andén de la despedida. No se marchan en grupo, sino uno a uno. Aparentemente nada les obliga. Ha sido una cadena invisible de acontecimientos. Estuvieron allí hace unos años, o tienen una amiga que les ha informado de que puede encontrar algún trabajo con facilidad. No pagarán mucho, eso es seguro, pero podrán ganarse la vida con cierta facilidad... A fin de cuentas aquí no hay nada.
Y se marchan poco a poco, sin alboroto alguno. Un goteo incesante de savia nueva que sale sin ruido de nuestro país, desmintiendo la vieja quimera de que la historia es un caudal continuo de mejoras.
No hay estadísticas oficiales sobre ellos. Nadie sabe cuántos son ni adonde se dirigen. No se agrupan bajo el nombre oficial de emigrantes. Son, más bien, una microhistoria que se cuenta entre amigos y familiares. "Mi hija está en Berlín", "se ha marchado a Montpellier", "se fue a Dubai" son frases que escuchamos sin reparar en el significado exacto que comportan. Escapan a las estadísticas de la emigración porque suelen tener un nivel alto de estudios y no se corresponden con el perfil típico de lo que pensamos que es un emigrante. Quizá en las cuentas oficiales figuren como residentes en el extranjero, pero deberían aparecer como nuevos exiliados producto de la ceguera de nuestro país.
En los tiempos de crisis que detallan cada euro gastado nadie computa los centenares de miles de euros empleados en su formación y regalados a empresarios de más allá de nuestras fronteras con una torpeza sin límites, con una ignorancia sin parangón. Menos aún se cuantifican el esfuerzo de sus familias, las ilusiones perdidas y sus sueños rotos en mil pedazos.
No llevan maletas de cartón, pero componen un nuevo éxodo que azota especialmente a Andalucía, que dispersa a nuestros jóvenes por toda Europa y gran parte del mundo, que nos priva de su saber, de su aportación y de su compañía. Pero, aparentemente nadie se escandaliza por esta fuga de cerebros, lenta pero inexorable, que nos privará de muchos de nuestros mejores talentos. Nadie protesta por esta nueva oleada de exiliados que son una acusación silenciosa del fracaso y de engaño. Se van en silencio por el túnel de embarque en el que les alcanzará la melancolía por la pérdida temprana de su tierra.
No son, como dicen, una generación perdida para ellos mismos. No son los socorridos ni-nis que sirven para culpar a la juventud de su falta de empleo. Son una generación perdida para nuestro país y para nuestro futuro. Un tremendo error que pagaremos muy caro en forma de atraso, de empobrecimiento intelectual y técnico. Aunque todavía no lo sepamos.