jueves, 6 de octubre de 2022

Roe versus Wade:

 Han pasado varios meses desde que la Corte Suprema de los Estados Unidos revertiera la histórica Sentencia del caso Roe versus Wade, por la que en 1973 quedó legalizado de facto el aborto en ese país. Y han tenido que pasar varios meses para contener de alguna manera la rabia que dicha decisión generó dentro de mi, para así poder enfrentarme con calma a la escritura de esta entrada.

Para poder entender la relevancia de dicha decisión, lo primero sería comprender como funciona el sistema legislativo y judicial en los Estados Unidos, tan diatralmente opuesto al nuestro. Mientras en la Europa continental tenemos un sistema judicial basado en lo que se conoce como Ius commune, o derecho común, resultado de la unión de las instituciones y normas del derecho romano con el derecho canónico (es decir, el de la Iglesia Católica) que se basa en la promulgación de leyes que regulan hasta el más mínimo de los aspectos de la vida de las persona, limitándose la función de los jueces a aplicar dichas normas, ojo, no a hacer justicia como se entendería comúnmente (es lo que en derecho se conoce como derecho positivo, basado en la mera aplicación de la norma, frente al derecho natural que busca la simple la justicia, algo que evidentemente ha quedado relegado al ámbito de la filosofía y las utopías), en el mundo anglosajón apenas hay leyes, basándose su ordenamiento jurídico básicamente en las Sentencias judiciales, es lo que se llama Common Law, y que llega a su máximo exponente en el Reino Unido, donde ni siquiera hay una Constitución como tal, y es que la famosa Carta Magna que los Lores hicieron firmar a Juan Sin Tierra en 1215, y que ellos consideran como el nacimiento de su democracia, no se puede considerar realmente como tal.

Pero es que en el caso de los Estados Unidos, con un sistema basado en el Common Law británico, como buena ex - colonia que es (muy a su pesar), pero con ligeras y marcadas variaciones, el mundo de las Sentencias judiciales, la jurisprudencia, llega al paroxismo más ridículo. En las facultades de derecho los estudiantes más que leyes estudian Sentencias dictadas por tribunales vinculantes, los famosos precedentes que vemos en las películas, y que tantos quebraderos de cabeza nos generas a los juristas de la Europa continental cuando tratamos de explicar al resto del universo que el que en España se dicte una Sentencia en un determinado sentido no crea ningún precedente de nada, porque aquí eso no existe, como tampoco existe el famoso protesto, que las Sentencias judiciales en España no son vinculantes, y que de hecho existe un Recurso extraordinario por unificación de doctrina, porque te puedes encontrar con Sentencias contradictorias entre si por temas similares, incluso de un mismo Tribunal, lo que hace que los letrados nos volvamos literalmente locos con el temita este de la jurisprudencia, que pocas cosas hay de mi profesión que yo pueda odiar más que ponerme a buscar jurisprudencia, pero ese es otro tema.

El caso es que el derecho al aborto en Estados Unidos no se aprobó con una ley como tal, sino a través de una Sentencia judicial, por mucho que eso nos resulte cuanto menos chocante a este lado del Atlántico.

Jane Roe en realidad no se llamaba así, sino Norma McCorvey, y lo que hizo fue cuanto menos histórico y muy inteligente, aprovechó (bueno, en realidad lo aprovecharon sus abogadas) la ya descrita idiosincrasia del sistema judicial estadounidense, para hacer algo que a día de hoy a mi me sigue pareciendo insólito, demandó al estado de Texas por no dejarla interrumpir legalmente un embarazo, de ahí el nombre de la Sentencia que lo legalizó, Wade, por el fiscal de Dallas que defendió al Estado, versus Roe. Y es que tenía sus buenas razones para querer abortar, y hacerlo de forma segura y legal.  Norma McCorvey había nacido en el seno de familia desestructurada, con una madre alcoholólica y maltratadora, y un padre que las abandonó en cuanto pudo; su custodia fue asumida siendo apenas una adolescente por los servicios sociales, pero eso lo único que le ocasionó fue una espiral de abusos y violaciones casi diarias (¿nos suena a los recientes escándalos de los centros de menores? Por qué será que este mundo de mierda nunca cambia), el caso es que se casó joven, probablemente en un intento de huir de aquella vida y buscar algo de estabilidad, porque Norma en realidad era lesbiana. De aquel matrimonio nació una niña cuya custodia acabo recayendo en la abuela materna, pero Norma que había caído en las drogas aún habría de quedarse embarazada dos veces más; tras la traumática experiencia que fue para ella dar a luz y entregar en adopción a su segundo hijo, tratando así de evitarle una infancia como la suya, al quedarse embarazada de nuevo tuvo claro que no quería tener al bebe, su deseo era abortar, pero quería hacerlo sin quebrantar las leyes, ni clandestinamente poniendo en peligro su vida. Sin embargo, aunque su deseo y empuje dio lugar a la histórica Sentencia que legalizó el aborto en Estados Unidos, el pleito, como todos los pleitos, duró tanto que el embarazo llegó a término y nuevamente tuvo que entregar a su bebé en adopción. Os recomiendo a todos una película sobre su vida de 1989, en la que el papel de Norma lo interpreta una más que soberbia Holly Hunter, siendo la escena en la que entrega a su tercer bebé en adopción, aún en el paritorio rogando a los médicos que por favor no le enseñen al bebé porque no quiere verlo mientras llora a gritos, es de las que se te quedan grabadas en el alma, sobre todo si eres mujer.

Escena que por cierto deberían ver todos aquellos defienden esa aberración conocida como gestación subrogada.

Y es que no nos engañemos, los movimientos antiabortistas no son provida como ellos mismo se denominan, sino antimujer, ya que lo que subyace en todo esto no es más que misoginia y machismo a partes iguales, porque abortos siempre ha habido y siempre los va a haber, pensar lo contrario es muy ingenuo. Mi abuela contaba como en su aldea los abortos los hacía la misma que remendaba los virgos, se ve que Fernando de Rojas más que imaginación lo que tenía una gran capacidad de análisis del mundo que le rodeaba, y los hacía con una aguja de punto que introducía por la vagina atravesando al embrión, de manera que al estar muerto el cuerpo de la mujer lo expulsara al cabo de los días. No fueron pocas las mujeres que murieron con este método al perforarles el útero, o debido a la infección causada por un feto muerto no expulsado. Mi abuela también narraba que otros métodos habituales eran las infusiones de perejil o Artemisa. El caso es que tratar de evitar o remediar un embarazo no deseado es algo tan antiguo como el mundo, la única diferencia es que las mujeres que desean abortar ahora lo quieren hacer de manera legal y sin riesgo para su salud. Simplemente eso es lo que pedía Jane Roe.

 Como decía al inicio, esa Sentencia fue revocada hace unos meses por una Corte Suprema de mayoría conservadora, con lo que implica ser conservador en Estados Unidos, algo parecido a lo que tildaríamos de fascista en Europa, pues lo que aquí sería un conservador, en ese país sería casi tildado de revolucionario, y ha llevado a algunos Estados de la Unión a dictar normas que incluso permiten espiar las redes sociales de las mujeres para comprobar si han viajado a otros estados para abortar. Recordemos que además, Estados Unidos tiene una más que laxa normativa de protección de datos, precisamente para permitir el control del gobierno sobre la información personal de sus ciudadanos. Y luego dicen de China…, pero ya hablaré de eso otro día.

El caso es que se ha dado al traste con una decisión que ha permitido salvar miles de vidas, las de las mujeres que pudieron abortar en una clínica, y puede que incluso más tarde ser madres en mejores circunstancias, pero claro esa libertad y control de las mujeres sobre su destino, y sobre todo sobre su propio cuerpo, muchas personas no lo toleran.

Tengo que decir, por si alguien se lo está preguntando, que yo nunca he interrumpido un embarazo, tuve un aborto pero fue espontáneo. Es más, muy mal se me tendrían que poner las cosas para que yo abortara, siempre he tenido muy claro que lo que viniera sería mi hijo y le querría contra viento y marea, pero esa es mi postura, y no soy nadie para juzgar las decisiones ajenas, imponer mi visión y sobre todo entrar a valorar los motivos que pueden llevar a una mujer a interrumpir de manera voluntaria un embarazo. Sólo conozco de primera mano tres casos, y las tres tenían poderosos motivos para abortar. Tal vez lo que le falta a muchas personas es algo tan básico como la empatía.  

 

domingo, 28 de agosto de 2022

La oveja negra que devoró el manual de Literatura

 La oveja negra que devoró el manual de Literatura” es el quinto libro del escritor madrileño y profesor de Literatura Luis Quiñones Cervantes; se trata de su primer ensayo tras las novelas “El retrato de Soffie Hoffman”, “Los papeles de Madrid”, “Un hombre detrás de la lluvia”, y “Crónica del último invierno” que fue finalista del premio de la crítica en 2019, en la modalidad de narrativa.

Lo primero que tengo que decir es que para mi sorpresa el autor y yo hemos leído los mismos libros, y nos gustan los mismos escritores; algunos de los versos que se citan los recitaba de memoria según avanzaba en la lectura, y eso claro está, ha aumentado considerablemente mi predisposición para que este ensayo me encantara, mucho más incluso que la amistad que me une con Luis.

Y es que a través de las páginas de este libro asistimos a un pormenorizado repaso a la historia de la Literatura española y parte de la Literatura universal, a partir de la premisa de lo peligrosos que siempre hemos sido ante los ojos de muchos las personas que cometemos ese gran pecado que es devorar libros, y el más terrible aún, tratar de escribirlos.

No voy a entrar a detallar las obras y movimientos que se mencionan, porque es una obra que se tiene que descubrir a través de sus páginas y las palabras del autor, y no de las de otro, pero si que diré que se trata de un ensayo absolutamente imprescindible para todas aquellas personas que un día descubrimos en los libros al verdadero hilo conductor de nuestras vidas. La más que magnífica prosa de Luis nos lleva de la mano a desgranar un universo que para muchos es ese lugar al que siempre queremos volver, tan alejado de los estándares que imperan hoy día, como dice el propio autor: “Frente al ruido, frente a la perversa contaminación de lo idiomático, la instantaneidad de los mensajes en el teléfono móvil, sus apócopes, la vertiginosa velocidad de la información, la luminosa publicidad de los carteles electrónicos en continuo movimiento que pueblan plazas y avenidas de las grandes ciudades; frente a todo eso, el silencio de la lectura meditada se convierte en un acto vandálico ejercicio antisistema” 

 Según avanzaba en la lectura iba marcando páginas para tener referencias de cara a esta entrada, pero me he encontrado con que son tantas que prácticamente acabaría haciendo un extenso resumen del libro. Con eso lo digo todo. Y es que la Literatura lo es todo, lo envuelve todo, aunque muchos no se den cuenta, porque con su estudio y conocimiento alcanzamos a conocer mejor a las generaciones que nos precedieron, pues el arte en todas sus manifestaciones no es sino un reflejo de la realidad que viven las personas en cada momento. Todos somos hijos de nuestro tiempo.

Que los lectores y escritores somos ovejas negras, es algo de lo que no me cabe duda, y las mujeres aún más. No son pocas las que tuvieron que esconderse detrás de un pseudónimo masculino para poder publicar, como Fernán Caballero (Cecilia Böhl de Faber) o George Sand (Aurore Dupin), por no mencionar el más que sangrante caso de Mary Shelley, que por ser viuda para poder cobrar los réditos económicos de su inmortal “Frankenstein” tuvo que hacerlo a nombre de su hijo de cuatro años. Sin comentarios.

Por cierto, si, “Frankenstein” fue escrito por una mujer, seguro que más de uno ha abierto la boca de sorpresa al leerlo.

Por desgracia hace poco hemos visto como aún en la sociedad de hoy día y a ojos de muchos seguimos siendo más ovejas negras que nunca, y un novelista como Salman Rushdie era atacado por un fanático aún habiendo transcurrido varias décadas tras la publicación de sus “Versos Satánicos”, un caso que se menciona en este ensayo aún sin saber que varios meses después de su publicación el mundo presenciaría atónito como se ejecutaba un apuñalamiento directo a la libertad de expresión:

Voltarie dejó para la eternidad una frase triste, y desde mi humilde opinión, cargada de amargura. Es la frase que diría cualquier escritor perseguido y señalado: “Es peligroso tener razón cuando el gobierno está equivocado”. Y, sobre todo, si el gobierno es de un iluminado ayatolá como Jomeini, que proclamó una fatua condenando públicamente a muerte al autor Salman Rushdie, por su novela Los versos satánicos.” Por desgracia un caso de tantos, como bien se ocupa Luis Quiñones de recordarnos.

Solo que me queda decir que espero que estas líneas animen a todo el que las lea a acudir sin demora a sumergirse en las páginas de “La oveja negra que devoró el manual de Literatura”, porque les aseguro que si les gusta la buena Literatura no les decepcionará, y que espero que sus alumnos sepan valorar la suerte de tener a Luis Quiñones como profesor.

sábado, 12 de febrero de 2022

El siglo de Delibes

 

Cuando recibí el encargo de AEN de escribir un artículo sobre la figura de Miguel Delibes para la revista YLatina, reconozco que sentí cierto vértigo, porque ¿cómo resumir en unas líneas lo que ha supuesto para la lengua castellana? ¿cómo transmitir a aquellos que aún no conozcan su vida la inmensidad de su persona? es más ¿cómo explicar el papel que ha tenido en mi, como lectora primero, y como autora después? La tarea se me antojaba algo hercúlea.

Y es que hay escritores que son mucho más que eso, no sólo porque nos legan un compendio de obras, ya sea en narrativa, lírica, ensayo o dramaturgia, sino porque son personalidades cuya fuerza trasciende a la palabra escrita, y merecen ser recordados por su trayectoria profesional, su vida personal, y la fuerza de su pensamiento como un todo unido; ese es el caso de Miguel Delibes, de cuyo nacimiento se cumplen ahora 100 años.

 Miguel Delibes nació, como todo acólito sabe, en Valladolid, y llego al mundo de la palabra escrita casi por casualidad. Estudiaba perito mercantil, y dadas sus buenas dotes para el dibujo comenzó a hacer ilustraciones para El norte de Castilla, del que llegaría a ser director, con el fin de ganar algo de dinero, acabando por uno de esos grandes malabarismos del destino de redactor, momento en el que se percató que no se le daba mal del todo aquello de escribir.

Irrumpió en el panorama literario con "La sombra del ciprés es alargada", novela que refleja como pocas el sentir de la juventud en la postguerra, de manera que en ocasiones pareciera que narrara más que una historia, un estado de ánimo, el de la pesadumbre y la desesperanza. E irrumpió por la puerta grande, ganando el premio Nadal, que como todos en el mundo literario conocemos, si bien no es el de mayor dotación económica, si es el galardón que garantiza, aún hoy, el prestigio y la calidad literaria.

Tras esta primera novela llegaron muchas otras, caracterizadas todas ellas por una prosa clara y transparente, austera diría, desprovista de cualquier artificio innecesario; una voz única y personal, con la que sobre todo nos transmitiría a las generaciones venideras su inmenso amor por la naturaleza y el medio rural.

Muchos españoles se asomaron por primera vez a su mundo a través de "El Camino", pues durante muchos años fue de obligada lectura en los colegios. No fue mi caso, a mi generación nos hacían leer "Cinco horas con Mario" ya estando en B.U.P, sin embargo, Delibes no era en ese momento un desconocido para mi, pues he de decir que llegué a su obra a través de mi madre, lectora compulsiva, y devota admiradora del narrador vallisoletano.

Para mi madre hay tres figuras absolutamente intocables, Gabriel García Márquez, Miguel Delibes, y Paul Newman. ¡Ay del pobre que ose criticarlos delante de ella!

 Así pues, en cuanto llegué a una edad que ella consideró medianamente prudencial, me colocó alguno de sus libros entre las manos, de manera totalmente desordenada tengo que decir. Lo primero que leí fue " El Príncipe destronado", al que siguieron "El disputado voto del señor Cayo", "La sombra del ciprés es alargada" y "Los santos inocentes". Me impresionaron sobremanera. Yo crecí en una familia de clase media de una gran ciudad, por lo que situaciones como la desesperanza de la postguerra, la pobreza extrema, o las tensiones de las primeras elecciones, me eran totalmente desconocidas. El golpe más certero lo supuso "Los santos inocentes", yo apenas si era un indicio de adolescente y ese, "Milana bonita", resonó mucho tiempo en mi cabeza.

Probablemente muchos pensarán que hubiese sido mucho más certero comenzar, sobre todo a esa edad, con "El camino" o "Las ratas", pero sospecho que un inusitado interés por parte de mi progenitora en darme a conocer la injusticia social, se mezcló con el hecho de que en mi casa los libros se amontonaban por todas partes, y no resultaba sencillo ordenar lecturas, para eso tendría mi padre que haber puesto orden en aquella biblioteca con muebles en la que vivíamos, y viven, algo que aún no ha llevado a cabo, pues no es inusual que compre por duplicado e incluso triplicado algunos títulos, porque no sabe lo que tiene.

Llegada a la edad adulta descubrí la otra gran faceta de Miguel Delibes, su desmesurado amor por la naturaleza y la vida sencilla del campo. Un ecologista previo al despertar de dicho movimiento, un visionario sin duda de que lo habría de acontecerle al planeta, que lloraba por la pérdida de ese modo de vida que nos mantenía en permanente contacto, y respeto, con la Madre Naturaleza. Testimonio de ello son "La tierra herida", "Un mundo que agoniza", incluso "La caza", "Diario de un cazador", o "Castilla habla", y por supuesto el apabullante discurso pronunciado con motivo de su ingreso en la Real Academia de la Lengua en 1975. Greenpeace apenas había nacido 4 años antes en Canadá.

Yo nací en Madrid, pero tan sólo una generación me separa de la vida en el entorno rural de lo que hoy se conoce como España vacía, y veo en la obra de Delibes profundos ecos de ese modo de vida del que me hablaban dos de mis abuelos, una en una aldea de Lugo, y otro en un pueblo de Soria. Quiero pensar que en el fondo gran parte de los españoles tenemos dentro de nosotros una pequeña parte del bagaje cultural, y el inmenso patrimonio humano, que nos legaron nuestros ancestros, y que tan magistralmente plasmó Delibes.

En su discurso de ingreso en la Real Academia de la lengua, focaliza toda la atención en el peligro del progreso mal entendido y su consiguiente agresión a la naturaleza. Me pregunto que pensaría de conocer los tiempos que vivimos, con los incendios asolando impunemente el Amazonas, mientras el planeta entero se encierra en casa huyendo de un virus mortal..., ¿qué obra hubiera escrito? ...

Sus últimos años nos dejarán como regalo dos de sus mejores creaciones, "Señora vestida de rojo sobre fondo gris", de alguna manera una preciosa declaración de amor a su fallecida mujer, y "El hereje", su última novela, y magnífico broche final a una trayectoria literaria como ha habido pocas. Con su muerte se apagada la voz de un narrador ya para siempre inmortal, testigo de una Castilla que desaparece, pero que gracias a él perdurará para siempre entre las páginas de sus libros.

Y no quisiera acabar este artículo sin incluir una cita que creo resume como pocas quién era, o mejor dicho quien es, porque vivirá de alguna manera mientras tenga lectores, el gran Miguel Delibes:

(...) Porque si la aventura del progreso, tal como hasta el día la hemos entendido, ha de traducirse inexorablemente, en un aumento de la violencia y la incomunicación; de la autocracia y la desconfianza; de la injusticia y la prostitución de la Naturaleza; del sentimiento competitivo y del refinamiento de la tortura; de la explotación del hombre por el hombre y la exaltación del dinero, en ese caso, gritaría ahora mismo, con el protagonista de una conocida canción americana "¡Qué paren la Tierra, quiero apearme!"

                                                           Miguel Delibes.

"El sentido del progreso desde mi obra".

Discurso leído el 25 de mayo de 1975 en el acto de su recepción pública en la Real Academia Española.

artículo publicado en la revista YLatina con ocasión del centenario del nacimiento de Miguel Delibes, disponible en https://issuu.com/aenoveles/docs/y_latina_diciembre_2020

Hasta siempre Almudena

 

El pasado sábado veintisiete de noviembre, fallecía la genial escritora madrileña Almudena Grandes a la edad de 61 años víctima de un cáncer. La noticia podría resumirse de una forma así de aséptica sino fuera por la trascendencia de la misma, y es que nos abandonaba una de las grandes escritoras de las últimas décadas, dejándonos a muchos de sus lectores y admiradores con una profunda sensación de orfandad literaria. Y es que Almudena Grandes era mucho más que una novelista, era una narradora de la cotidianeidad femenina, una cronista de Madrid al más puro estilo galdosiano, una gran articulista, y como ella misma se definía una defensora de la épica de los perdedores.

Tengo que reconocer que llegué a sus libros a través del cine, y no a la inversa como suele ocurrir. Tras ver la adaptación cinematográfica que se hizo de “Malena es un nombre de tango”, y verme tan identificada (como nos ha pasado a muchas mujeres de mi generación) con el personaje principal, no pude por menos que comprar la novela para así quedar enganchada ya para siempre a la prosa de su autora. Y es que nos retrataba a las mujeres, de cualquier edad o condición social, tal cual somos, y no como la sociedad y en especial los hombres creen o esperan que seamos,    con una disección psicológica propia del bisturí de un cirujano. No olvidemos que mucho antes de los movimientos sociales que encumbran el empoderamiento y la libertad de la mujer, personajes como el cuarteto protagonista de “Atlas de geografía humana”, el personaje central de “Castillos de cartón”, Malena, y sobre todo Lulú, ya nos presentaban a mujeres que querían ser libres, dueñas de su propia vida, y lo más rompedor en aquel momento, de su sexualidad. Y es que Almudena Grandes irrumpió en el panorama literario ganando, algo que hasta momento nadie imaginaba haciendo a una mujer, un certamen de literatura erótica, La sonrisa vertical, con su célebre “Las edades de Lulú” novela que por primera vez presentaba el sexo desde el verdadero punto de vista femenino, siendo un libro erótico por y para mujeres.

 Pero Almudena Grandes es mucho más que eso, ya que su temática se fue transformando para dar paso a ese narrar la historia que nadie nos quería contar, la épica de los perdedores, y no sólo desde un punto de vista político, como ya se vislumbra en ese personaje con la vida rota por amor que es el inolvidable Forito de “Atlas de Geografía humana”, y que sin quererlo acaba opacando con su triste historia, y su final redentor, al argumento principal y sus protagonistas.

Otro eje principal de su obra, como saben todos los que alguna vez la han leído, es la ciudad de Madrid, nuestro Madrid me van a permitir ustedes que diga. Y es que como en las mejores obras de nuestro admirado Galdós la ciudad que nos vio nacer a ambas no es sólo un escenario, sino un personaje más que cobra vida propia abrazando la acción hasta formar parte de ella. Es más, yo me imagino ahora a Almudena Grandes como aquel personaje de Thornton Wilder, que convertido en fantasma merodea por su ciudad, porque se niega a abandonar a sus calles y sus gentes, susurrando al oído de sus seres queridos palabras de consuelo. Tengo que reconocer que si algo tengo en común con ella, aparte de la pasión por la Literatura, es el amor por Madrid, pero un Madrid muy especial, que abarca unos pocos kilómetros alrededor de ese eje central que es la Puerta del Sol, más allá ya es otra ciudad y no nos gusta. Su madre le decía que era una paleta de Madrid porque la gustaba Sol, Gran Vía… vamos lo que vienen a ver todas las personas que son de fuera, y si, es lo que somos, paletas de Madrid, yo no tengo ninguna pega en reconocerlo, porque es mi ciudad, aquí he nacido, aquí he vivido siempre y aquí me quedo, como decía Federico Luppi al final de “Un lugar en el mundo”, cuando uno encuentra su lugar en el mundo ha de permanecer en él, y algunas personas como Almudena Grandes y yo tuvimos la gran suerte de no tener que buscarlo porque nacimos en él.

Pero su Madrid más íntimo lo conformaban la Plaza de Barceló y alrededores, por donde era fácil encontrársela, y que fueron el escenario de muchos de sus artículos y varias de sus novelas, como ese personaje de “El corazón helado” que sólo quiere vivir en la Glorieta de Bilbao, o como en “Los besos en el pan”, pocas novelas se adentran así en a la vida cotidiana de un barrio. Porque si algo tenían en común sus escritos es esa sensación de cotidianeidad, de que todo aquello que estaba narrando nos podía ocurrir a cualquiera de nosotros, en sus obras no había grandes héroes al estilo clásico, sino personas normales con los que todos nos podíamos sentir identificados, en situaciones que realmente en un determinado momento nos podían suceder a cualquiera. Era una narradora de la intrahistoria al más puro estilo noventayochista. Así la autora nos narraba a los lectores del El País muchos aspectos de su propia vida, como sus veranos en un pueblo de Cádiz, o las comidas con sus amigos, de forma que muchos de nosotros la sentíamos una persona muy cercana, casi conocida, y puede que esa cercanía fuera la que hiciera que, el día de su fallecimiento, quien estas líneas suscribe rompiera a llorar al conocer la noticia como si de un allegado se tratara, y es que en cierta manera así era para sus lectores, a los que nos había abierto una pequeña puerta a su vida a través de sus novelas y sus artículos.

La vida se la ha llevado demasiado pronto, tanto que la privó de gozar de esos reconocimientos que sólo se dan a los escritores, no sé muy bien por que, al llegar a cierta edad. El premio Cervantes le habría sido otorgado con toda seguridad, puede que incluso el Nóbel, aunque por suerte si llegó a tiempo ese Premio Nacional de Narrativa en el año 2018. La enfermedad nos ha privado a sus lectores de nuevas novelas, y para mi el semanal de El País sin su columna pierde mucho interés, pero siempre nos quedarán sus personajes, y es que aunque nos haya dejado con el corazón helado, de alguna manera continuará viviendo entre las páginas de sus libros, así que hagámosle el mejor homenaje posible que se puede hacer a un escritor, sigamos leyendo.

             Hasta siempre Almudena.

artículo publicado en https://www.aenoveles.es/hasta-siempre-almudena-isabel-nunez/