En reiteradas veces a lo largo de
distintos post he comentado que escribo, que me gusta escribir, que la
narrativa es mi gran vocación y la tabla de salvación que me mantiene siempre a
flote... bueno, en realidad esa necesidad interior fue lo que llevó a abrir el
blog hace ya años. No en vano lleva el título de, para mi, una de las mejores
novelas de la Historia de la Literatura, y como también he explicado en más de
una ocasión, firmo como El Señor Albín, no sólo por el personaje de dicho
libro, es más, podía haber escogido otro personaje con mayor protagonismo, pero
me decanté por éste por la curiosa casualidad de que mi bisabuela también se
apellidaba Albín (y sí, como el personaje también era judía).
También he hablado en esta, mi
pequeña y particular Montaña mágica, en la que como Nafta y Settembrini divago
y filosofo sobre cualquier tema que tenga a bien captar mi atención, sobre mi
relación con los talleres literarios, así como de mis intentos, hasta ahora
infructuosos, de publicar mi primer libro, una colección de relatos cortos.
Pues bien, puedo decir ya alto y
claro que soy escritora, porque por fin he conseguido publicar un libro (parece
que hasta que no se publica, por mucho que una persona tenga escrito, no se
puede considerar a si mismo como escritor). Y lo he publicado de manera
tradicional, no es una autopublicación, ni una coedición, circunstancias que
como ya he comentado aquí otras veces no quería asumir, me parece una falacia,
un autoengaño del autor. Si no consigues publicar, puede que no sea tu momento,
deja la obra reposar, dale una vuelta e inténtalo de nuevo, pero no caigas en
el engaño de la coedición, y no autopubliques a la primera de cambio.
Además, para mi la simbiosis
autor/editor es la esencia verdadera de Literatura, cuantos grandes autores no
lo serían tanto sin la labor, oculta siempre, del buen trabajo de su editor.
Famoso es el caso de Raymond Carver, quintaesencia del Realismo sucio
norteamericano, cuyos relatos fueron cercenados sin piedad por su editor, dando
lugar a lo que conocemos hoy día desde un original bastante alejado
precisamente de esa prosa tan característicamente carveriana (aunque en este
caso tan extremo, siempre he tenido la duda de a quien se le puede considerar
el verdadero autor), o el caso de Harper Lee quien reescribe su "Ve, y pon un centinela", por
consejo de su editor, cambiando el punto de vista y con ello la voz del
narrador, pasando de la visión de un adulto a una visión infantil, dando lugar
al genial "Matar a un ruiseñor".
Es algo que se da en muchos
géneros. No menos conocida es la transformación que hizo Verdi del original
Trigoletto, al final Rigoletto, cambiando no sólo el título, sino añadiendo un
área más, la archifamosa La donna e movile, porque, aquí me van a disculpar
pero no recuerdo bien si fue su editor, Ricordi, o su no menos genial
libretista Arrigo Boito, quien le dijo que le parecía a la obra le faltaba
algo.
Además, la editorial es un
soporte para el autor y el libro, un ente que debe arroparte, y si no lo hace,
es que no hace bien su trabajo.
Que conste que no desprecio la
autoedición, es algo a lo que el mercado aboca a muchos autores, sobre todo en
géneros con menos ventas como la poesía. El mismísimo Pablo Neruda tuvo que autoeditar
sus primeros libros, pero yo buscaba otra cosa.
Así, tras muchos intentos, y
sobre todo muchas correcciones del manuscrito original (de hecho, poco han
modificado en la editorial) he publicado mi primer libro de relatos cortos:
"Con aire insolente" con la
editorial Bohodón ediciones. Gracias Marisa y José Luis por dar una oportunidad
mi libro.
El título es un verso de El
estudiante de Salamanca, la versión del mito de Don Juan de José de Espronceda,
en concreto del pasaje en el que el protagonista descubre que está muerto:
"Calado
el sombrero y en pie, indiferente
el féretro mira don Félix pasar,
y al paso pregunta
con su aire insolente
los nombres de aquellos que al sepulcro van.
Mas ¡cuál su sorpresa, su asombro cuál fuera, cuando horrorizado con espanto ve
que el uno don Diego de Pastrana
era,
y el otro ¡Dios Santo!, y el otro era él…!"
Porque, ¿qué título se le pone a
una colección de relatos cortos? la elección del poeta tiene mucho que ver con
ese sastre protagonista de dos de los relatos incluidos en el libro, pero para
saber el por que tendréis que esperar a esa novela que algún día escribiré
sobre su vida. La elección de la obra de entre todos sus títulos, obedece más a
mis gustos personales, me fascina el mito de Don Juan, y el verso en concreto
me pareció muy sonoro, y sobre todo que daba mucha fuerza a todas esas mujeres
que pululan especialmente por el segundo bloque de relatos.
Y nada más, aparte de dejaros
aquí la magnífica acuarela que Eduardo Estrada, un buen amigo, ha tenido a bien
pintar para la portada.
Sólo añadir, que todos aquellos
ya hayáis leído el libro sois libres de dejar aquí vuestros comentarios sobre
el mismo, ya sean bueno o malos, pues precisamente de las mejores críticas
negativas (siempre constructivas) son de las que más se aprende.
Espero de todo corazón que os
guste.