domingo, 29 de marzo de 2020

Naphta y Settembrini, un paseo por el alma humana

Naphta y Settembrini, son dos de los personajes secundarios de La Montaña Mágica, novela del alemán Thomas Mann que da título a este blog. Bueno, digo secundarios porque el protagonista indiscutible es Hans Castorp, pero todos los que hemos leído este libro sabemos que realmente se trata de una novela coral, donde las voces y pensamientos de los distintos personajes son las que generan el alma de la historia.

Escrita durante el periodo de entreguerras, realmente no estaríamos ante una novela al uso, realmente sería una nivola como diría Unamuno, pues el autor nos da una auténtica lección de filosofía a través de una radiografía de la Europa previa a la Primera Guerra Mundial.

La acción se sitúa en un sanatorio de los Alpes suizos, en Davos para ser más exactos, donde el protagonista va a visitar a su primo enfermo de tuberculosis y termina quedándose varios años. De alguna manera es la antítesis a la Muerte en Venecia, del mismo autor, donde asistimos a la descomposición física y moral de un hombre moribundo seducido por la vida, mientras que en La Montaña mágica, vemos a un hombre sano que se deja llevar por el hastío propio de quien no hace nada, de alguna manera por la muerte.

Es un libro de los que tiene fama de inabarcable, de "tocho infumable", y nada más lejos de la realidad. Y lo dice alguien que no se casa con los clásicos, no he pasado de la página 15 del Ulises, y lo digo abiertamente, no soporto a Joyce (no, tampoco me gustó Dublineses), sigo sin saber que le ve la gente al Guardián entre el centeno, y creo que el mundo de la narrativa breve puede seguir existiendo sin Carver.

Pero Mann es distinto. Al igual que Galdós en los Episodios Nacionales, hace una radiografía de la Europa del momento, y del futuro... es cierto que se hecha de menos un personaje español, pero que se le va a hacer. Si su novela dio nombre este blog, uno de sus personajes, ya lo he contado muchas veces, es el artífice que de mi pseudónimo, el Señor Albín, austriaco, el único personaje judío de la historia, en una Europa que ya huele el antisemitismo (no olvidemos que Mann, casado con una judía, tuvo que huir de Alemania al llegar los nazis al poder, y eso que ya había ganado el premio nobel). Elegí ese personaje por la coincidencia del apellido, Albín, porque también es del una parte de mi familia. Si, tengo sangre judía, y estoy terriblemente orgullosa de ello.

Si una vez más me he puesto a hablar de Mann y su Montaña Mágica, es debido al momento que vivimos, en el que parece que los fantasmas de Naphta y Serrembrini hayan resucitado, y todo español con acceso a Internet se haya convertido en un filósofo nato, aunque no tenga ni la más remota idea de quienes fueron los sofistas, da igual, ellos saben más que nadie de quienes somos, que nos pasa, a donde vamos, y como solucionar todos los problemas del mundo. ¡Un horror!

Porque si por lo menos tuvieran la decencia de guardárselo para ellos mismos algo ganaríamos todos, pero no, lo tienen que propagar a los cuatro vientos, especialmente en ese amplificador de tontos que es Twitter. Y habrá quien diga, bueno y esta mujer, acaso ella no nos están contando su punto de vista, si, es cierto, pero esto es un blog, están pensados para eso y quien entra a leerlo sabe lo que es.

En La Montaña mágica [ojo: spoiler] Mann acaba con la tontería supina de los personajes, su dolce far niente y su yo pienso, de un plumazo y en un par de páginas: se declara la guerra, llaman al protagonista a filas y le matan, pim pam pum, a tomar por saco tanta idiotez, y vemos que las divagaciones que hemos leído en las chocorrocientas páginas anteriores en realidad no eran un halago de la sabiduría humana, sino una sátira de la tontería supina que tenían encima los burgueses de la época, y que más les valía dedicarse a las cosas importantes.

Pues eso, que menos divagar, menos compartir cada átomo de vuestros pensamientos, y más estar a la realidad de la vida, que en este momento es que hay un puto virus que nos tiene confinados a medio planeta en casa, que ha pillado a todo dios desprevenido, que ningún gobierno ha reaccionado lo suficientemente rápido porque a todo el mundo le viene grande, que da igual el país o la ideología todos han reaccionado igual, que no es momento de reproches sino de actuar, y sobre todo que no juguéis a ser Naptha y Settembrini, primero porque no les llegáis a la altura de los zapatos, y segundo porque antes deberíais tratar de salir de la Caverna.

Podéis empezar por buscar Platón en Google, que al menos la cuarentena os sirva para algo provechoso.

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