jueves, 6 de octubre de 2022

Roe versus Wade:

 Han pasado varios meses desde que la Corte Suprema de los Estados Unidos revertiera la histórica Sentencia del caso Roe versus Wade, por la que en 1973 quedó legalizado de facto el aborto en ese país. Y han tenido que pasar varios meses para contener de alguna manera la rabia que dicha decisión generó dentro de mi, para así poder enfrentarme con calma a la escritura de esta entrada.

Para poder entender la relevancia de dicha decisión, lo primero sería comprender como funciona el sistema legislativo y judicial en los Estados Unidos, tan diatralmente opuesto al nuestro. Mientras en la Europa continental tenemos un sistema judicial basado en lo que se conoce como Ius commune, o derecho común, resultado de la unión de las instituciones y normas del derecho romano con el derecho canónico (es decir, el de la Iglesia Católica) que se basa en la promulgación de leyes que regulan hasta el más mínimo de los aspectos de la vida de las persona, limitándose la función de los jueces a aplicar dichas normas, ojo, no a hacer justicia como se entendería comúnmente (es lo que en derecho se conoce como derecho positivo, basado en la mera aplicación de la norma, frente al derecho natural que busca la simple la justicia, algo que evidentemente ha quedado relegado al ámbito de la filosofía y las utopías), en el mundo anglosajón apenas hay leyes, basándose su ordenamiento jurídico básicamente en las Sentencias judiciales, es lo que se llama Common Law, y que llega a su máximo exponente en el Reino Unido, donde ni siquiera hay una Constitución como tal, y es que la famosa Carta Magna que los Lores hicieron firmar a Juan Sin Tierra en 1215, y que ellos consideran como el nacimiento de su democracia, no se puede considerar realmente como tal.

Pero es que en el caso de los Estados Unidos, con un sistema basado en el Common Law británico, como buena ex - colonia que es (muy a su pesar), pero con ligeras y marcadas variaciones, el mundo de las Sentencias judiciales, la jurisprudencia, llega al paroxismo más ridículo. En las facultades de derecho los estudiantes más que leyes estudian Sentencias dictadas por tribunales vinculantes, los famosos precedentes que vemos en las películas, y que tantos quebraderos de cabeza nos generas a los juristas de la Europa continental cuando tratamos de explicar al resto del universo que el que en España se dicte una Sentencia en un determinado sentido no crea ningún precedente de nada, porque aquí eso no existe, como tampoco existe el famoso protesto, que las Sentencias judiciales en España no son vinculantes, y que de hecho existe un Recurso extraordinario por unificación de doctrina, porque te puedes encontrar con Sentencias contradictorias entre si por temas similares, incluso de un mismo Tribunal, lo que hace que los letrados nos volvamos literalmente locos con el temita este de la jurisprudencia, que pocas cosas hay de mi profesión que yo pueda odiar más que ponerme a buscar jurisprudencia, pero ese es otro tema.

El caso es que el derecho al aborto en Estados Unidos no se aprobó con una ley como tal, sino a través de una Sentencia judicial, por mucho que eso nos resulte cuanto menos chocante a este lado del Atlántico.

Jane Roe en realidad no se llamaba así, sino Norma McCorvey, y lo que hizo fue cuanto menos histórico y muy inteligente, aprovechó (bueno, en realidad lo aprovecharon sus abogadas) la ya descrita idiosincrasia del sistema judicial estadounidense, para hacer algo que a día de hoy a mi me sigue pareciendo insólito, demandó al estado de Texas por no dejarla interrumpir legalmente un embarazo, de ahí el nombre de la Sentencia que lo legalizó, Wade, por el fiscal de Dallas que defendió al Estado, versus Roe. Y es que tenía sus buenas razones para querer abortar, y hacerlo de forma segura y legal.  Norma McCorvey había nacido en el seno de familia desestructurada, con una madre alcoholólica y maltratadora, y un padre que las abandonó en cuanto pudo; su custodia fue asumida siendo apenas una adolescente por los servicios sociales, pero eso lo único que le ocasionó fue una espiral de abusos y violaciones casi diarias (¿nos suena a los recientes escándalos de los centros de menores? Por qué será que este mundo de mierda nunca cambia), el caso es que se casó joven, probablemente en un intento de huir de aquella vida y buscar algo de estabilidad, porque Norma en realidad era lesbiana. De aquel matrimonio nació una niña cuya custodia acabo recayendo en la abuela materna, pero Norma que había caído en las drogas aún habría de quedarse embarazada dos veces más; tras la traumática experiencia que fue para ella dar a luz y entregar en adopción a su segundo hijo, tratando así de evitarle una infancia como la suya, al quedarse embarazada de nuevo tuvo claro que no quería tener al bebe, su deseo era abortar, pero quería hacerlo sin quebrantar las leyes, ni clandestinamente poniendo en peligro su vida. Sin embargo, aunque su deseo y empuje dio lugar a la histórica Sentencia que legalizó el aborto en Estados Unidos, el pleito, como todos los pleitos, duró tanto que el embarazo llegó a término y nuevamente tuvo que entregar a su bebé en adopción. Os recomiendo a todos una película sobre su vida de 1989, en la que el papel de Norma lo interpreta una más que soberbia Holly Hunter, siendo la escena en la que entrega a su tercer bebé en adopción, aún en el paritorio rogando a los médicos que por favor no le enseñen al bebé porque no quiere verlo mientras llora a gritos, es de las que se te quedan grabadas en el alma, sobre todo si eres mujer.

Escena que por cierto deberían ver todos aquellos defienden esa aberración conocida como gestación subrogada.

Y es que no nos engañemos, los movimientos antiabortistas no son provida como ellos mismo se denominan, sino antimujer, ya que lo que subyace en todo esto no es más que misoginia y machismo a partes iguales, porque abortos siempre ha habido y siempre los va a haber, pensar lo contrario es muy ingenuo. Mi abuela contaba como en su aldea los abortos los hacía la misma que remendaba los virgos, se ve que Fernando de Rojas más que imaginación lo que tenía una gran capacidad de análisis del mundo que le rodeaba, y los hacía con una aguja de punto que introducía por la vagina atravesando al embrión, de manera que al estar muerto el cuerpo de la mujer lo expulsara al cabo de los días. No fueron pocas las mujeres que murieron con este método al perforarles el útero, o debido a la infección causada por un feto muerto no expulsado. Mi abuela también narraba que otros métodos habituales eran las infusiones de perejil o Artemisa. El caso es que tratar de evitar o remediar un embarazo no deseado es algo tan antiguo como el mundo, la única diferencia es que las mujeres que desean abortar ahora lo quieren hacer de manera legal y sin riesgo para su salud. Simplemente eso es lo que pedía Jane Roe.

 Como decía al inicio, esa Sentencia fue revocada hace unos meses por una Corte Suprema de mayoría conservadora, con lo que implica ser conservador en Estados Unidos, algo parecido a lo que tildaríamos de fascista en Europa, pues lo que aquí sería un conservador, en ese país sería casi tildado de revolucionario, y ha llevado a algunos Estados de la Unión a dictar normas que incluso permiten espiar las redes sociales de las mujeres para comprobar si han viajado a otros estados para abortar. Recordemos que además, Estados Unidos tiene una más que laxa normativa de protección de datos, precisamente para permitir el control del gobierno sobre la información personal de sus ciudadanos. Y luego dicen de China…, pero ya hablaré de eso otro día.

El caso es que se ha dado al traste con una decisión que ha permitido salvar miles de vidas, las de las mujeres que pudieron abortar en una clínica, y puede que incluso más tarde ser madres en mejores circunstancias, pero claro esa libertad y control de las mujeres sobre su destino, y sobre todo sobre su propio cuerpo, muchas personas no lo toleran.

Tengo que decir, por si alguien se lo está preguntando, que yo nunca he interrumpido un embarazo, tuve un aborto pero fue espontáneo. Es más, muy mal se me tendrían que poner las cosas para que yo abortara, siempre he tenido muy claro que lo que viniera sería mi hijo y le querría contra viento y marea, pero esa es mi postura, y no soy nadie para juzgar las decisiones ajenas, imponer mi visión y sobre todo entrar a valorar los motivos que pueden llevar a una mujer a interrumpir de manera voluntaria un embarazo. Sólo conozco de primera mano tres casos, y las tres tenían poderosos motivos para abortar. Tal vez lo que le falta a muchas personas es algo tan básico como la empatía.  

 

domingo, 28 de agosto de 2022

La oveja negra que devoró el manual de Literatura

 La oveja negra que devoró el manual de Literatura” es el quinto libro del escritor madrileño y profesor de Literatura Luis Quiñones Cervantes; se trata de su primer ensayo tras las novelas “El retrato de Soffie Hoffman”, “Los papeles de Madrid”, “Un hombre detrás de la lluvia”, y “Crónica del último invierno” que fue finalista del premio de la crítica en 2019, en la modalidad de narrativa.

Lo primero que tengo que decir es que para mi sorpresa el autor y yo hemos leído los mismos libros, y nos gustan los mismos escritores; algunos de los versos que se citan los recitaba de memoria según avanzaba en la lectura, y eso claro está, ha aumentado considerablemente mi predisposición para que este ensayo me encantara, mucho más incluso que la amistad que me une con Luis.

Y es que a través de las páginas de este libro asistimos a un pormenorizado repaso a la historia de la Literatura española y parte de la Literatura universal, a partir de la premisa de lo peligrosos que siempre hemos sido ante los ojos de muchos las personas que cometemos ese gran pecado que es devorar libros, y el más terrible aún, tratar de escribirlos.

No voy a entrar a detallar las obras y movimientos que se mencionan, porque es una obra que se tiene que descubrir a través de sus páginas y las palabras del autor, y no de las de otro, pero si que diré que se trata de un ensayo absolutamente imprescindible para todas aquellas personas que un día descubrimos en los libros al verdadero hilo conductor de nuestras vidas. La más que magnífica prosa de Luis nos lleva de la mano a desgranar un universo que para muchos es ese lugar al que siempre queremos volver, tan alejado de los estándares que imperan hoy día, como dice el propio autor: “Frente al ruido, frente a la perversa contaminación de lo idiomático, la instantaneidad de los mensajes en el teléfono móvil, sus apócopes, la vertiginosa velocidad de la información, la luminosa publicidad de los carteles electrónicos en continuo movimiento que pueblan plazas y avenidas de las grandes ciudades; frente a todo eso, el silencio de la lectura meditada se convierte en un acto vandálico ejercicio antisistema” 

 Según avanzaba en la lectura iba marcando páginas para tener referencias de cara a esta entrada, pero me he encontrado con que son tantas que prácticamente acabaría haciendo un extenso resumen del libro. Con eso lo digo todo. Y es que la Literatura lo es todo, lo envuelve todo, aunque muchos no se den cuenta, porque con su estudio y conocimiento alcanzamos a conocer mejor a las generaciones que nos precedieron, pues el arte en todas sus manifestaciones no es sino un reflejo de la realidad que viven las personas en cada momento. Todos somos hijos de nuestro tiempo.

Que los lectores y escritores somos ovejas negras, es algo de lo que no me cabe duda, y las mujeres aún más. No son pocas las que tuvieron que esconderse detrás de un pseudónimo masculino para poder publicar, como Fernán Caballero (Cecilia Böhl de Faber) o George Sand (Aurore Dupin), por no mencionar el más que sangrante caso de Mary Shelley, que por ser viuda para poder cobrar los réditos económicos de su inmortal “Frankenstein” tuvo que hacerlo a nombre de su hijo de cuatro años. Sin comentarios.

Por cierto, si, “Frankenstein” fue escrito por una mujer, seguro que más de uno ha abierto la boca de sorpresa al leerlo.

Por desgracia hace poco hemos visto como aún en la sociedad de hoy día y a ojos de muchos seguimos siendo más ovejas negras que nunca, y un novelista como Salman Rushdie era atacado por un fanático aún habiendo transcurrido varias décadas tras la publicación de sus “Versos Satánicos”, un caso que se menciona en este ensayo aún sin saber que varios meses después de su publicación el mundo presenciaría atónito como se ejecutaba un apuñalamiento directo a la libertad de expresión:

Voltarie dejó para la eternidad una frase triste, y desde mi humilde opinión, cargada de amargura. Es la frase que diría cualquier escritor perseguido y señalado: “Es peligroso tener razón cuando el gobierno está equivocado”. Y, sobre todo, si el gobierno es de un iluminado ayatolá como Jomeini, que proclamó una fatua condenando públicamente a muerte al autor Salman Rushdie, por su novela Los versos satánicos.” Por desgracia un caso de tantos, como bien se ocupa Luis Quiñones de recordarnos.

Solo que me queda decir que espero que estas líneas animen a todo el que las lea a acudir sin demora a sumergirse en las páginas de “La oveja negra que devoró el manual de Literatura”, porque les aseguro que si les gusta la buena Literatura no les decepcionará, y que espero que sus alumnos sepan valorar la suerte de tener a Luis Quiñones como profesor.

sábado, 12 de febrero de 2022

El siglo de Delibes

 

Cuando recibí el encargo de AEN de escribir un artículo sobre la figura de Miguel Delibes para la revista YLatina, reconozco que sentí cierto vértigo, porque ¿cómo resumir en unas líneas lo que ha supuesto para la lengua castellana? ¿cómo transmitir a aquellos que aún no conozcan su vida la inmensidad de su persona? es más ¿cómo explicar el papel que ha tenido en mi, como lectora primero, y como autora después? La tarea se me antojaba algo hercúlea.

Y es que hay escritores que son mucho más que eso, no sólo porque nos legan un compendio de obras, ya sea en narrativa, lírica, ensayo o dramaturgia, sino porque son personalidades cuya fuerza trasciende a la palabra escrita, y merecen ser recordados por su trayectoria profesional, su vida personal, y la fuerza de su pensamiento como un todo unido; ese es el caso de Miguel Delibes, de cuyo nacimiento se cumplen ahora 100 años.

 Miguel Delibes nació, como todo acólito sabe, en Valladolid, y llego al mundo de la palabra escrita casi por casualidad. Estudiaba perito mercantil, y dadas sus buenas dotes para el dibujo comenzó a hacer ilustraciones para El norte de Castilla, del que llegaría a ser director, con el fin de ganar algo de dinero, acabando por uno de esos grandes malabarismos del destino de redactor, momento en el que se percató que no se le daba mal del todo aquello de escribir.

Irrumpió en el panorama literario con "La sombra del ciprés es alargada", novela que refleja como pocas el sentir de la juventud en la postguerra, de manera que en ocasiones pareciera que narrara más que una historia, un estado de ánimo, el de la pesadumbre y la desesperanza. E irrumpió por la puerta grande, ganando el premio Nadal, que como todos en el mundo literario conocemos, si bien no es el de mayor dotación económica, si es el galardón que garantiza, aún hoy, el prestigio y la calidad literaria.

Tras esta primera novela llegaron muchas otras, caracterizadas todas ellas por una prosa clara y transparente, austera diría, desprovista de cualquier artificio innecesario; una voz única y personal, con la que sobre todo nos transmitiría a las generaciones venideras su inmenso amor por la naturaleza y el medio rural.

Muchos españoles se asomaron por primera vez a su mundo a través de "El Camino", pues durante muchos años fue de obligada lectura en los colegios. No fue mi caso, a mi generación nos hacían leer "Cinco horas con Mario" ya estando en B.U.P, sin embargo, Delibes no era en ese momento un desconocido para mi, pues he de decir que llegué a su obra a través de mi madre, lectora compulsiva, y devota admiradora del narrador vallisoletano.

Para mi madre hay tres figuras absolutamente intocables, Gabriel García Márquez, Miguel Delibes, y Paul Newman. ¡Ay del pobre que ose criticarlos delante de ella!

 Así pues, en cuanto llegué a una edad que ella consideró medianamente prudencial, me colocó alguno de sus libros entre las manos, de manera totalmente desordenada tengo que decir. Lo primero que leí fue " El Príncipe destronado", al que siguieron "El disputado voto del señor Cayo", "La sombra del ciprés es alargada" y "Los santos inocentes". Me impresionaron sobremanera. Yo crecí en una familia de clase media de una gran ciudad, por lo que situaciones como la desesperanza de la postguerra, la pobreza extrema, o las tensiones de las primeras elecciones, me eran totalmente desconocidas. El golpe más certero lo supuso "Los santos inocentes", yo apenas si era un indicio de adolescente y ese, "Milana bonita", resonó mucho tiempo en mi cabeza.

Probablemente muchos pensarán que hubiese sido mucho más certero comenzar, sobre todo a esa edad, con "El camino" o "Las ratas", pero sospecho que un inusitado interés por parte de mi progenitora en darme a conocer la injusticia social, se mezcló con el hecho de que en mi casa los libros se amontonaban por todas partes, y no resultaba sencillo ordenar lecturas, para eso tendría mi padre que haber puesto orden en aquella biblioteca con muebles en la que vivíamos, y viven, algo que aún no ha llevado a cabo, pues no es inusual que compre por duplicado e incluso triplicado algunos títulos, porque no sabe lo que tiene.

Llegada a la edad adulta descubrí la otra gran faceta de Miguel Delibes, su desmesurado amor por la naturaleza y la vida sencilla del campo. Un ecologista previo al despertar de dicho movimiento, un visionario sin duda de que lo habría de acontecerle al planeta, que lloraba por la pérdida de ese modo de vida que nos mantenía en permanente contacto, y respeto, con la Madre Naturaleza. Testimonio de ello son "La tierra herida", "Un mundo que agoniza", incluso "La caza", "Diario de un cazador", o "Castilla habla", y por supuesto el apabullante discurso pronunciado con motivo de su ingreso en la Real Academia de la Lengua en 1975. Greenpeace apenas había nacido 4 años antes en Canadá.

Yo nací en Madrid, pero tan sólo una generación me separa de la vida en el entorno rural de lo que hoy se conoce como España vacía, y veo en la obra de Delibes profundos ecos de ese modo de vida del que me hablaban dos de mis abuelos, una en una aldea de Lugo, y otro en un pueblo de Soria. Quiero pensar que en el fondo gran parte de los españoles tenemos dentro de nosotros una pequeña parte del bagaje cultural, y el inmenso patrimonio humano, que nos legaron nuestros ancestros, y que tan magistralmente plasmó Delibes.

En su discurso de ingreso en la Real Academia de la lengua, focaliza toda la atención en el peligro del progreso mal entendido y su consiguiente agresión a la naturaleza. Me pregunto que pensaría de conocer los tiempos que vivimos, con los incendios asolando impunemente el Amazonas, mientras el planeta entero se encierra en casa huyendo de un virus mortal..., ¿qué obra hubiera escrito? ...

Sus últimos años nos dejarán como regalo dos de sus mejores creaciones, "Señora vestida de rojo sobre fondo gris", de alguna manera una preciosa declaración de amor a su fallecida mujer, y "El hereje", su última novela, y magnífico broche final a una trayectoria literaria como ha habido pocas. Con su muerte se apagada la voz de un narrador ya para siempre inmortal, testigo de una Castilla que desaparece, pero que gracias a él perdurará para siempre entre las páginas de sus libros.

Y no quisiera acabar este artículo sin incluir una cita que creo resume como pocas quién era, o mejor dicho quien es, porque vivirá de alguna manera mientras tenga lectores, el gran Miguel Delibes:

(...) Porque si la aventura del progreso, tal como hasta el día la hemos entendido, ha de traducirse inexorablemente, en un aumento de la violencia y la incomunicación; de la autocracia y la desconfianza; de la injusticia y la prostitución de la Naturaleza; del sentimiento competitivo y del refinamiento de la tortura; de la explotación del hombre por el hombre y la exaltación del dinero, en ese caso, gritaría ahora mismo, con el protagonista de una conocida canción americana "¡Qué paren la Tierra, quiero apearme!"

                                                           Miguel Delibes.

"El sentido del progreso desde mi obra".

Discurso leído el 25 de mayo de 1975 en el acto de su recepción pública en la Real Academia Española.

artículo publicado en la revista YLatina con ocasión del centenario del nacimiento de Miguel Delibes, disponible en https://issuu.com/aenoveles/docs/y_latina_diciembre_2020

Hasta siempre Almudena

 

El pasado sábado veintisiete de noviembre, fallecía la genial escritora madrileña Almudena Grandes a la edad de 61 años víctima de un cáncer. La noticia podría resumirse de una forma así de aséptica sino fuera por la trascendencia de la misma, y es que nos abandonaba una de las grandes escritoras de las últimas décadas, dejándonos a muchos de sus lectores y admiradores con una profunda sensación de orfandad literaria. Y es que Almudena Grandes era mucho más que una novelista, era una narradora de la cotidianeidad femenina, una cronista de Madrid al más puro estilo galdosiano, una gran articulista, y como ella misma se definía una defensora de la épica de los perdedores.

Tengo que reconocer que llegué a sus libros a través del cine, y no a la inversa como suele ocurrir. Tras ver la adaptación cinematográfica que se hizo de “Malena es un nombre de tango”, y verme tan identificada (como nos ha pasado a muchas mujeres de mi generación) con el personaje principal, no pude por menos que comprar la novela para así quedar enganchada ya para siempre a la prosa de su autora. Y es que nos retrataba a las mujeres, de cualquier edad o condición social, tal cual somos, y no como la sociedad y en especial los hombres creen o esperan que seamos,    con una disección psicológica propia del bisturí de un cirujano. No olvidemos que mucho antes de los movimientos sociales que encumbran el empoderamiento y la libertad de la mujer, personajes como el cuarteto protagonista de “Atlas de geografía humana”, el personaje central de “Castillos de cartón”, Malena, y sobre todo Lulú, ya nos presentaban a mujeres que querían ser libres, dueñas de su propia vida, y lo más rompedor en aquel momento, de su sexualidad. Y es que Almudena Grandes irrumpió en el panorama literario ganando, algo que hasta momento nadie imaginaba haciendo a una mujer, un certamen de literatura erótica, La sonrisa vertical, con su célebre “Las edades de Lulú” novela que por primera vez presentaba el sexo desde el verdadero punto de vista femenino, siendo un libro erótico por y para mujeres.

 Pero Almudena Grandes es mucho más que eso, ya que su temática se fue transformando para dar paso a ese narrar la historia que nadie nos quería contar, la épica de los perdedores, y no sólo desde un punto de vista político, como ya se vislumbra en ese personaje con la vida rota por amor que es el inolvidable Forito de “Atlas de Geografía humana”, y que sin quererlo acaba opacando con su triste historia, y su final redentor, al argumento principal y sus protagonistas.

Otro eje principal de su obra, como saben todos los que alguna vez la han leído, es la ciudad de Madrid, nuestro Madrid me van a permitir ustedes que diga. Y es que como en las mejores obras de nuestro admirado Galdós la ciudad que nos vio nacer a ambas no es sólo un escenario, sino un personaje más que cobra vida propia abrazando la acción hasta formar parte de ella. Es más, yo me imagino ahora a Almudena Grandes como aquel personaje de Thornton Wilder, que convertido en fantasma merodea por su ciudad, porque se niega a abandonar a sus calles y sus gentes, susurrando al oído de sus seres queridos palabras de consuelo. Tengo que reconocer que si algo tengo en común con ella, aparte de la pasión por la Literatura, es el amor por Madrid, pero un Madrid muy especial, que abarca unos pocos kilómetros alrededor de ese eje central que es la Puerta del Sol, más allá ya es otra ciudad y no nos gusta. Su madre le decía que era una paleta de Madrid porque la gustaba Sol, Gran Vía… vamos lo que vienen a ver todas las personas que son de fuera, y si, es lo que somos, paletas de Madrid, yo no tengo ninguna pega en reconocerlo, porque es mi ciudad, aquí he nacido, aquí he vivido siempre y aquí me quedo, como decía Federico Luppi al final de “Un lugar en el mundo”, cuando uno encuentra su lugar en el mundo ha de permanecer en él, y algunas personas como Almudena Grandes y yo tuvimos la gran suerte de no tener que buscarlo porque nacimos en él.

Pero su Madrid más íntimo lo conformaban la Plaza de Barceló y alrededores, por donde era fácil encontrársela, y que fueron el escenario de muchos de sus artículos y varias de sus novelas, como ese personaje de “El corazón helado” que sólo quiere vivir en la Glorieta de Bilbao, o como en “Los besos en el pan”, pocas novelas se adentran así en a la vida cotidiana de un barrio. Porque si algo tenían en común sus escritos es esa sensación de cotidianeidad, de que todo aquello que estaba narrando nos podía ocurrir a cualquiera de nosotros, en sus obras no había grandes héroes al estilo clásico, sino personas normales con los que todos nos podíamos sentir identificados, en situaciones que realmente en un determinado momento nos podían suceder a cualquiera. Era una narradora de la intrahistoria al más puro estilo noventayochista. Así la autora nos narraba a los lectores del El País muchos aspectos de su propia vida, como sus veranos en un pueblo de Cádiz, o las comidas con sus amigos, de forma que muchos de nosotros la sentíamos una persona muy cercana, casi conocida, y puede que esa cercanía fuera la que hiciera que, el día de su fallecimiento, quien estas líneas suscribe rompiera a llorar al conocer la noticia como si de un allegado se tratara, y es que en cierta manera así era para sus lectores, a los que nos había abierto una pequeña puerta a su vida a través de sus novelas y sus artículos.

La vida se la ha llevado demasiado pronto, tanto que la privó de gozar de esos reconocimientos que sólo se dan a los escritores, no sé muy bien por que, al llegar a cierta edad. El premio Cervantes le habría sido otorgado con toda seguridad, puede que incluso el Nóbel, aunque por suerte si llegó a tiempo ese Premio Nacional de Narrativa en el año 2018. La enfermedad nos ha privado a sus lectores de nuevas novelas, y para mi el semanal de El País sin su columna pierde mucho interés, pero siempre nos quedarán sus personajes, y es que aunque nos haya dejado con el corazón helado, de alguna manera continuará viviendo entre las páginas de sus libros, así que hagámosle el mejor homenaje posible que se puede hacer a un escritor, sigamos leyendo.

             Hasta siempre Almudena.

artículo publicado en https://www.aenoveles.es/hasta-siempre-almudena-isabel-nunez/

lunes, 15 de noviembre de 2021

Una mirada a España

 Llevo unos días meditabunda, más de lo habitual, que algo introspectiva soy siempre para que nos vamos a engañar, y me ha dado por revisar las entradas que publiqué el año pasado en este blog al inicio de la pandemia. Luego se hizo el silencio, pero si alguien quiere saber por qué le recomiendo que lea esta entrada de mi otro blog,  http://diariodemamanovata.blogspot.com/2020/06/una-mama-confinada.html, donde narro (cuando puedo, que son pocas veces), mis desventuras como atareada madre trabajadora.

El caso es que me ha sorprendido mi propia clarividencia respecto a lo que iba a pasar tras el confinamiento, con temas como los bares, grandes protagonistas de la desescalada sobre todo en Madrid, o lo complicado del mundo postcovid. Claro que no es que sea bruja, no del todo, es que a nada que se conozca un poco la idiosincrasia española era de prever.

Casi dos años después, aún seguimos conviviendo con el p. bicho, aunque ya hay que reconocer que todo, al menos en España, parece ir a mejor. Y es que por una vez el absurdo pique del tú más entre personas de distinto signo político, partidos y comunidades autónomas ha servido para algo, para tratar de ver quien gestiona mejor las vacunas. A ver si siguen así y partir de ahora se pican para ver quien gestiona mejor las políticas beneficiosas para la sociedad, yo les propongo seguir por las energías renovables y los servicios públicos, especialmente la sanidad, que hasta ahora parecía que la carrera era sólo para determinar quién es el más corrupto o quien dice en redes sociales la parida más grande.

Lo malo está siendo que ese amplificador de tontos que es Twitter, y que pese a todo yo no abandono porque soy imbécil, que ya sabemos todos que es como tonto pero en grado superlativo, aún continúa llena de personas que no hacen más que echarse basura unos encima de otros por cualquier nimiedad, y lo peor no es eso, es que cada vez más gente se une a ese malestar. Me parece patético como en lugar de estar todos más unidos, esta crisis para lo único que parece que ha servido es para ahondar más el abismo de separación de las dos Españas, o eso nos quieren hacer creer, por supuesto con afán de rédito electoral. Este país nunca cambiará y la pena que tenemos mucho, no es que no cambie, sino no haber nacido en otro lugar, claro que entonces me acuerdo que somos líderes en trasplantes de órganos, que la OMS nos ha felicitado por la gestión de la pandemia (a ver si la noticia les llega a los del Constitucional), y que tenemos el índice de vacunación más alto de Europa y se me pasa un poquito. No somos tan malos, sólo nos merecemos una clase política, y sobre todo unos medios de comunicación, más decentes. 

El desánimo que estamos experimentando muchos me recuerda en cierta manera, salvando las distancias, al que cundió tras el desastre del 98; puede que sea momento de recuperar las palabras y los pensamientos de Unamuno o Baroja, claro que entonces veremos que poco ha cambiado en nuestro país desde entonces y será peor. Y si ya nos remontamos al Quijote y vemos esas dos Españas reflejadas en esos dos personajes centrales, uno soñador y aventurero que quiere cambiar el mundo para hacerlo un lugar mejor para todos, y el otro avaricioso y acaparador que sólo se mueve por el ansia de acumular dinero para si y llegar a ser gobernador de una ínsula, vemos que los españoles somos españoles desde los tiempos en que enterraron los primeros huesos en Atapuerca.

Decía Valle-Inclán que el esperpento era la realidad reflejada en los espejos cóncavos y convexos del callejón del gato, si viviera hoy diría que es la realidad reflejada por los comentarios de muchos twiteros y la asquerosa presencia de los bots y los trolls. Y digo ésto porque ya hace tiempo que no veo la televisión.


domingo, 29 de marzo de 2020

Naphta y Settembrini, un paseo por el alma humana

Naphta y Settembrini, son dos de los personajes secundarios de La Montaña Mágica, novela del alemán Thomas Mann que da título a este blog. Bueno, digo secundarios porque el protagonista indiscutible es Hans Castorp, pero todos los que hemos leído este libro sabemos que realmente se trata de una novela coral, donde las voces y pensamientos de los distintos personajes son las que generan el alma de la historia.

Escrita durante el periodo de entreguerras, realmente no estaríamos ante una novela al uso, realmente sería una nivola como diría Unamuno, pues el autor nos da una auténtica lección de filosofía a través de una radiografía de la Europa previa a la Primera Guerra Mundial.

La acción se sitúa en un sanatorio de los Alpes suizos, en Davos para ser más exactos, donde el protagonista va a visitar a su primo enfermo de tuberculosis y termina quedándose varios años. De alguna manera es la antítesis a la Muerte en Venecia, del mismo autor, donde asistimos a la descomposición física y moral de un hombre moribundo seducido por la vida, mientras que en La Montaña mágica, vemos a un hombre sano que se deja llevar por el hastío propio de quien no hace nada, de alguna manera por la muerte.

Es un libro de los que tiene fama de inabarcable, de "tocho infumable", y nada más lejos de la realidad. Y lo dice alguien que no se casa con los clásicos, no he pasado de la página 15 del Ulises, y lo digo abiertamente, no soporto a Joyce (no, tampoco me gustó Dublineses), sigo sin saber que le ve la gente al Guardián entre el centeno, y creo que el mundo de la narrativa breve puede seguir existiendo sin Carver.

Pero Mann es distinto. Al igual que Galdós en los Episodios Nacionales, hace una radiografía de la Europa del momento, y del futuro... es cierto que se hecha de menos un personaje español, pero que se le va a hacer. Si su novela dio nombre este blog, uno de sus personajes, ya lo he contado muchas veces, es el artífice que de mi pseudónimo, el Señor Albín, austriaco, el único personaje judío de la historia, en una Europa que ya huele el antisemitismo (no olvidemos que Mann, casado con una judía, tuvo que huir de Alemania al llegar los nazis al poder, y eso que ya había ganado el premio nobel). Elegí ese personaje por la coincidencia del apellido, Albín, porque también es del una parte de mi familia. Si, tengo sangre judía, y estoy terriblemente orgullosa de ello.

Si una vez más me he puesto a hablar de Mann y su Montaña Mágica, es debido al momento que vivimos, en el que parece que los fantasmas de Naphta y Serrembrini hayan resucitado, y todo español con acceso a Internet se haya convertido en un filósofo nato, aunque no tenga ni la más remota idea de quienes fueron los sofistas, da igual, ellos saben más que nadie de quienes somos, que nos pasa, a donde vamos, y como solucionar todos los problemas del mundo. ¡Un horror!

Porque si por lo menos tuvieran la decencia de guardárselo para ellos mismos algo ganaríamos todos, pero no, lo tienen que propagar a los cuatro vientos, especialmente en ese amplificador de tontos que es Twitter. Y habrá quien diga, bueno y esta mujer, acaso ella no nos están contando su punto de vista, si, es cierto, pero esto es un blog, están pensados para eso y quien entra a leerlo sabe lo que es.

En La Montaña mágica [ojo: spoiler] Mann acaba con la tontería supina de los personajes, su dolce far niente y su yo pienso, de un plumazo y en un par de páginas: se declara la guerra, llaman al protagonista a filas y le matan, pim pam pum, a tomar por saco tanta idiotez, y vemos que las divagaciones que hemos leído en las chocorrocientas páginas anteriores en realidad no eran un halago de la sabiduría humana, sino una sátira de la tontería supina que tenían encima los burgueses de la época, y que más les valía dedicarse a las cosas importantes.

Pues eso, que menos divagar, menos compartir cada átomo de vuestros pensamientos, y más estar a la realidad de la vida, que en este momento es que hay un puto virus que nos tiene confinados a medio planeta en casa, que ha pillado a todo dios desprevenido, que ningún gobierno ha reaccionado lo suficientemente rápido porque a todo el mundo le viene grande, que da igual el país o la ideología todos han reaccionado igual, que no es momento de reproches sino de actuar, y sobre todo que no juguéis a ser Naptha y Settembrini, primero porque no les llegáis a la altura de los zapatos, y segundo porque antes deberíais tratar de salir de la Caverna.

Podéis empezar por buscar Platón en Google, que al menos la cuarentena os sirva para algo provechoso.

martes, 24 de marzo de 2020

Sueños frustrados y pandemias globales

A mi abuelo materno le gustaba el fútbol, mucho, tanto que solía jugar siempre que podía con los demás chavales de su barrio en el descampado que había en donde hoy se levanta el edificio de Telefónica de la C/ Ríos Rosas de Madrid, justo enfrente de la Escuela de Minas (si, como ya he dicho más de una vez en este blog, existimos los madrileños de Madrid). Y debía dársele bien, porque un tarde le vio un ojeador del entonces Atlético de Aviación, hoy Atlético de Madrid, y le fichó para el equipo.

Pasó varios años jugando en el equipo juvenil, los fines de semana claro, entre semana trabajaba como aprendiz de sastre en la desaparecida sastrería Herranz, en la C/ Arenal*. Entonces el fútbol distaba mucho de ser el deporte de masas que es hoy, y los jugadores eran deportistas, pero de los de verdad, amateurs, a los que el club les proporcionaba la equipación y gracias (siempre decía que había nacido demasiado pronto), por lo que todos tenían que compaginarlo con un trabajo. Fueron varios años de entrenamientos y partidos, hasta que un buen día le anunciaron que ¡por fin! le pasaban al primer equipo.

Y entonces estalló la Guerra Civil....

Una guerra, además, en la que por desgracia le tocó luchar, y mucho, llegando a ser coronel del cuerpo de Carabineros, pero como decía Michael Ende en La Historia Interminable, esa es otra historia, y debe ser contada en otro momento. Cuento ésto, porque en los últimos días no paro de leer en las redes sociales historias de personas llorando digitalmente por las esquinas de la red de redes.

¡Oh (emulemos un poquito los discursos de Cicerón) que cruel destino el de los españolitos de a pie!, que por culpa de la mala fortuna se han visto confinados a vivir recluidos en sus hogares, provistos de electricidad, agua corriente, calefacción, y por su supuesto acceso a Internet. Que terrible destino les tenía preparado este año bisiesto, que en un aciago giro de la rueda de la vida han visto alteradas sus rutinas diarias para tener que adaptarse a una nueva realidad. Y no diré (ahora vamos a por las Catilinarias) que muchos son afortunados por poder teletrabajar, mientras otros ven peligrar sus trabajos, no diré que la suerte sonríe a aquellos que pueden quedarse en casa, principalmente porque tienen una, mientras otros viven en la calle o en un campo de refugiados, o simplemente tienen que jugarse la salud porque deben ir a trabajar. No diré que hay quien se queja de los deberes que mandan los colegios a los niños, mientras en algunos hogares no disponen de ordenador, ni diré que hay familias que aún se están tratando de recuperar de la crisis de 2008, cuando les viene a golpear de frente otra nueva crisis. No diré que hay quien se queja de vivir, mientras a otros muchos les ha venido a cortar su hilo la fatal parca. No, no diremos que en el primer mundo la gente llora desconsolada porque se aburre en casa, y no sabe que serie ver en Netflix o HBO (no quieran los dioses que abran un libro y comiencen a leer), mientras la plaga del apocalipsis comienza a llegar a países donde la mayoría de la población no tiene acceso a la cobertura básica más elemental, o siquiera agua limpia para poder lavarse las manos.

No, no diré nada de eso.

Simplemente diré que hubo otra generación que vio como sus vidas se cortaban de raíz, y sus esperanzas de futuro quedaban sepultadas bajo las bombas. Porque sobre todo en Madrid, nuevamente Madrid, fueron tres años de vivir agazapados, y esconderse día si, día también, en los sótanos o en el metro, con un palo entre los dientes para que las ondas expansivas no les rompieran los tímpanos, y pasando tanta hambre que en toda la ciudad no quedaron ni gatos, ni perros, ni pájaros...

Mi abuelo vio como de un plumazo sus sueños de infancia y juventud se iban al traste, y cambiada la pelota por un fusil. Mi abuela paterna, también madrileña, siempre decía que a ella la habían robado tres años de su vida*. Por decir algo, porque como bien plasmó Fernando Fernán Gómez, después de la guerra no vino la paz, vino la Victoria.

Y hablo del sitio de Madrid, porque es aquello que me contaron de primera mano, pero que seguro tuvo que ser un juego de niños comparado con, por poner un ejemplo el cerco de Stalingrado.

Pero aquí todos llorando por las esquinas de Facebook, Twitter, Instagram, y lo que se ponga por delante, porque no podemos salir a la calle. Es agobiante, lo sé, yo he pasado previamente mucho tiempo encerrada en mi casa por circunstancias que no vienen a cuento, aunque en mi caso el tener un mundo propio interior, siempre me ha ayudado mucho. Tal vez es que algunos temen encontrarse consigo mismos y descubrir que están vacíos, que no hay nada, sólo una carcasa de piel y huesos que alberga en su interior un ente mezquino al que sólo preocupa su propia satisfacción y felicidad personal.

Ay, que razón tenía Hobbes cuando pronunció aquello de homo homini lupi. Pero es que en las redes sociales esta expresión ha alcanzado nuevas cotas hasta ahora desconocidas por el alma humana. Y eso que no estoy entrando a valorar a los que se ponen a discutir de política, incluso en esta situación, esos son ya una raza aparte, un nuevo eslabón evolutivo, porque desde luego serán homos, pero no tienen nada de sapiens.

Así que por favor, dejad ya de quejaros y escribir subnormalidades, y preparémonos para trabajar duro cuando venzamos a este enemigo invisible, recordemos que tras la guerra viene la postguerra, y ésta siempre es más dura.

* Como sabrán quienes lo hayan leído en "Con aire insolente" hay dos relatos inspirados en la vida de mi abuelo "El sastre y el rey", ya que aparte de futbolista fue el sastre de Alfonso XIII, y "La locura del silencio", además, el relato "El Museo del Prado" está libremente inspirado en un episodio de la vida de mi abuela.

lunes, 16 de marzo de 2020

El cuento de Pedro y el lobo: cuando Europa contuvo el aliento.

Para quien no conozca el cuento de Pedro y el lobo, les diré que era uno de mis favoritos siendo niña.

Lo escuchaba, como no podía ser de otra manera, en un disco de vinilo de 45 revoluciones (para los Millenials, unos que eran más chitititos),  mientras pasaba las páginas de un cuento que ilustraba la historia. No, no teníamos Netflix, ni Youtube, ni falta que nos hacía. Con unos simples cuentos acompañados de un vinilo nos bastaba para soñar y estar entretenidos por un buen rato. Aún recuerdo aquella voz femenina, por supuesto en el español de México, que era donde se doblaba todo el material infantil en aquella época, diciendo, "pasen la página cuando escuchen la campanilla" (por favor, óiganlo en sus mentes con el suave acento de las películas de Disney de nuestra infancia.)

Tengo que confesar que en realidad no soy tan mayor (aunque haga más de una década que me tiña las canas), y los cuentos con sus correspondientes vinilos eran de mi padre. A mi de primera mano lo que llegó fue el revival ochentero, los Cuentacuentos, que básicamente venían a ser lo mismo pero con una cinta de Casette. Por si alguien se lo está preguntando, si, aún los conservo todos, ambas versiones, la original y la remasterizada. Puedo colgar testimonio gráfico si alguien no me cree.

El caso es que no es que sea presa de un ataque de nostalgia, de ese paraíso perdido como diría Dámaso, pero sí que no he podido evitar en los últimos días que el cuento de Pedro y el lobo haya venido a mi mente. Y no es por la asociación de animales con instrumentos (ese oboe, ese chelo, que nos anunciaban la inequívoca llegada de alguno de los protagonistas), sino por el argumento principal, ese que "viene el lobo, que viene el lobo", que anunciaba Pedro de manera engañosa, de manera que cuando llegó el lobo de verdad nadie le creyó.

Eso es lo que en cierta manera nos ha pasado a los europeos en general, y a los mediterráneos en particular (me van a permitir que haga mía esa genial frase de la oscarizada película Mediterráneo, "un mismo mar, una misma patria"), que de tanto decirnos que venía el lobo, cuando ha llegado de verdad no nos lo podemos creer.

Y es que en una cultura donde la calle y la vida es la social conforman el núcleo de nuestro ADN, la mayoría aún nos estamos pellizcando para poder creernos que estamos confinados en casa. Porque si, esto no es Corea, ni China, ni Irán, aquí han tenido que mandar al ejército para meternos en nuestras puñeteras casas. Ahora eso, si, cuando nos dejen salir que tiemblen los bares.

El problema es que primero fue la gripe A, que vienen el lobo, nos dijeron, y entonces las empresas montaron gabinetes de crisis, colocaron dispensadores de gel desinfectante por todas partes, los gobiernos compraron dosis ingentes de un medicamento milagroso contra el bicho opresor, que finalmente se quedaron almacenadas por siempre jamás.

Luego vino el Ebola, que viene el lobo, nos volvieron a gritar, y entonces seguimos con preocupación como la enfermedad avanzada por África arrasando todo a su paso, hasta el punto que hubo 2 casos en España, para los que habilitaron toda un planta del Hospital Carlos III de Madrid, se crearon nuevos protocolos, la gente contuvo el aliento, y al final en Europa no pasó nada.

Después llegó la gripe Aviar (¿o fue antes que el Ébola? no lo sé, la verdad no me acuerdo) las personas enfermaban por el mundo, en lo que parecía ser la amenaza de la gripe definitiva. Pero ahí quedó todo. Y el Sars, otra vez el lobo.

Ah, y antes de todo eso no nos olvidemos de las vacas locas, a cuya costa sacrificamos en toda Europa miles de reses. Pero bueno eso como principalmente fue en Gran Bretaña no nos importó mucho, se ve que el mal querer entre la isla y el continente viene de antiguo.

El caso es que cuando nos han gritado que viene el lobo, y además otra vez de China, que manda narices, a ver si están ya quietecitos de crear tanto bicho raro, y venía de verdad, no nos lo hemos creído. Ni nosotros, ni nuestros gobernantes, ni nadie. Sólo un pobre oftalmólogo en Wuhan pareció verlo venir, aunque de nada le sirvió porque las autoridades chinas (por si a alguien se le ha olvidado, China es una dictadura, y de las chungas) le silenciaron, y luego el pobre encima murió.

El lobo avanzaba impasible desde China hacía el resto del mundo, y los europeos como siempre lo veíamos por la televisión. Reconozcámoslo, los europeos siempre vemos las cosas por la televisión, más que nada porque lo realmente grave siempre pasa allende nuestras fronteras. Hasta que, oh, tocó territorio europeo. ¡Qué ya está aquí el lobo!, nos comenzaron a gritar, pero entonces dijimos, bah, eso es como otra gripe, más que nada porque nos habían gritado tantas veces que ya estábamos sordos. Para cuando el lobo nos ha comenzado a devorar, ha sido tarde, porque además unos supuestos pseudo liberales (madre mía si los liberales de verdad, los del s.XIX levantaran la cabeza y vieran como toman su nombre en vano...) habían recortado los puestos de leñadores, privatizado la gestión del bosque, y los recursos que tenían las ovejitas y su pastor, para defenderse estaban bastante mermados, es más, el lobo avanzó tanto que se cambió de cuento y se comió a la abuelita, sin que Caperucita pudiera hacer nada porque no podía ni ir a verla.

Esta crisis nos ha pillado con el paso cambiado, y nos ha hecho recordar a todos que aunque no lo vivimos, sólo una generación nos separa de la postguerra y el hambre, y hemos visto como en el imaginario colectivo están grabadas a fuego las cartillas de racionamiento y el estraperlo, lanzándose gran parte de la población a acaparar alimentos de manera compulsiva.

Lo que más me ha dolido de esta crisis, que nos tiene confinados a italianos y españoles en casa, es que la Unión Europea ha mirado para otro lado. Puede que sea una ilusa, pero soy europeista, y lo único que han hecho es esperar que les llegue el Coronavirus (si, lo nombro, esto no es una novela de Harry Potter donde el malo es literalmente quien no puede ser nombrado), y cuando Italia les ha pedido ayuda, sobre todo material médico han mirado para otro lado. Es más, ni siquiera se han puesto a tomar medidas serias para con sus propios ciudadanos, y eso que saben que en breve le llegará, porque como la Peste negra, este virus ha hundido fuerte su garra en el viejo continente, cuyos ciudadanos lo único que podemos hacer ahora es contener el aliento, y aguantar psicológicamente lo que podamos.

Un dato, en la última epidemia de Peste negra murieron tantos europeos que los señores feudales se quedaron sin mano de obra y tuvieron que empezar a pagar para conseguirla, fue el final de los siervos;  y como afectaba más a hombre que a mujeres, tuvieron que limitar en parte la antigua figura romana del pater familias, de manera que en aquellas familias donde sólo quedaron mujeres se les permitía tener derecho de propiedad sobre las tierras, y ser en definitiva independientes, fue el inicio de la liberación de la mujer.

Aunque parezca increíble, de todo siempre sale algo bueno, y antes de que nos demos cuenta, estaremos como al inicio de Aida, cantando "Retorna vincitor".

Ah, y por supuesto les vamos a demostrar al resto de europeos, esos estirados bárbaros del norte, que los pueblos mediterráneos tenemos algo de lo que ellos carecen, que sabemos improvisar y sobre todo que tenemos una gran capacidad para gestionar el caos, pues al fin y al cabo es un poco nuestro día a día.

Lo malo va a ser la crisis que va a venir después, algo que no sé si vamos a poder levantar a base de tapas.

martes, 16 de julio de 2019

Morirse al sol

"Morirse al Sol" de Isabel J. Romero, es una novela magníficamente escrita, conformada por una serie de historias cortas protagonizadas por el personaje de Juanillo, un simpático niño al que vemos crecer a lo largo de la obra, y que con sus relatos nos traslada a la Córdoba rural de mediados del siglo pasado.

Probablemente para mucha gente joven la realidad de Juanillo le resulte trementamente lejana, como si fuera de otro mundo, pero hay que recordar que no ha pasado tanto tiempo. Por mi edad, yo no he conocido esa época, pero si que he escuchado historias muy similares de la boca de mi madre, nacida y crecida en una aldea del Lugo más profundo en plena postguerra. Casas sin agua corriente, con una sóla bombilla (bueno, en el caso de mi madre ni eso, no había luz eléctrica, se alumbraban con carburo), casas de pueblo que se caen de puro viejas, y en las que los animales conviven con los humanos, haciendo la doble función de procurar alimento y retrete, pues lo único que había en aquella época para según que menesteres era el corral. Tiempos de gentes sencillas, pero en la que las personas eran probablemente más felices, donde no tenían de nada, salvo su dignidad.

A través de los ojos de Juanillo contemplamos las manos de su madre peladas de fregar y lavar a mano, y en carne viva por encalar con las manos desnudas, no en vano gasta sus primeros ingresos, haciéndole los deberes al hijo del Notario, en comprarle unos guantes de plástico. Vemos como se cuela con su abuela en el circo porque no pueden pagar la entrada, y a un padre deslomado de tanto trabajar en el campo, unas gentes con la ropa remendada y para los que unos simples torreznos son un lujo.

Juanillo es la autora, y el libro su infancia, una infancia llena de privaciones, pero que nos retrata increíblemente feliz. Los abuelos, los primos, los amigos, el amor de sus padres, son más que suficiente para él, pero es un niño listo, tanto que es consciente de que tiene que haber otro mundo más allá del pueblo, y que la única manera de alcanzarlo es matándose a estudiar para conseguir una beca en un internado. No se nos cuenta que fue de Juanillo más allá de la primera adolescencia, pero la autora ha sido maestra.

Nadie debería olvidar de donde venimos, porque esa España está más cerca de lo que muchos piensan, la autora podría ser mi madre, tengamos presente que sólo una generación nos separa del hambre y las privaciones.

Me ha gustado especialmente la parte en la que van a Madrid a una boda, y descubren Galerías Preciados con sus escaleras mecánicas, la ducha, el metro...  mi abuela paterna, madrileña de pura cepa, recordaría toda la vida como su suegro, oriundo de Berlanga de Duero provincia de Soria, se presentó en su boda en la basílica de San Cayetano en 1948, vestido con traje regional. Un abismo separaba ambos mundos.

Muchas partes me han recordado también a la última película de Almodóvar, "Dolor y gloria", primero por el tinto autobiográfico, y segundo por las similitudes en la historia, las casas encaladas, la dignidad del pobre, los primeros descubrimientos, la beca de estudios, la madre que sabe que a su hijo le puede aguardar otro destino que no sea la era...

En definitiva, una lectura más que recomendable, e incluso diría imprescindible.

Un sólo apunte más, Isabel, es una pena que no comenzaras a escribir mucho antes.


jueves, 9 de mayo de 2019

Paseando "Con aire insolente" por las librerías:


Hace un par de meses decidí, por decirlo de alguna manera, llevar a mi libro de paseo por varias librerías del centro de Madrid, con la intención de intentar que lo incluyeran entre los títulos de sus estanterías. Este fue el resultado:

- Bajo el Volcán: cuando hacía las tertulias en el café Barbieri me encantaba esta librería, recuerdo que al acabar siempre íbamos a revolver y encontrar tesoros. Es un local pequeño pero con material tremendamente escogido, tienen discos, películas y como no, libros. He tenido grandes charlas con el propietario sobre los grandes genios de la ciencia ficción... pero el caso es que cuando fui con mi libro debajo del brazo la persona que me atendió me dijo que el dueño no estaba, pero que no lo iban a pedir a la distribuidora, que eran muchos autores los que les visitaban por el mismo motiv0, y para resumir que me fuera por donde había venido.

 - Burma: cuando les digo el motivo de mi visita, me ponen cara de odio infinito, y me tienen algo así como tres cuartos de hora soltándome un discurso sobre el poco futuro que me auguran en el mundo literario, y ya cuando les digo que el libro lo publica Bohodón ediciones, es el acabose porque resulta que ha ido esa semana otro autor de la misma editorial y por el mismo motivo.

Básicamente me vienen a decir que la mayoría de lo que se publica ahora es una basura, que no piensan perder el tiempo leyendo mi libro, que por qué tendrían que hacerlo, por qué leer y recomendar el mío y no otro, que se publica muchísimo y hay mucha autopublicación que viene hasta con faltas de ortografía (les intento explicar que no es una autopublicación, sino una edición tradicional, pero como el que tiene un tío en Cuenca), que los libros de autores desconocidos no se venden y no se van a esforzar por venderlo porque ellos no tienen porque hacerme publicidad, ah y que si quiero lo que si pueden hacer es organizarme una presentación porque además como el local es pequeño si va poca gente no se nota mucho, ¿perdón?, que estoy en mi puñetera ciudad, donde vive toda mi familia y amigos.

Sin comentarios.

Como soy educada, me encanta hablar con la gente y tengo el optimismo grabado a fuego en los genes, les doy las gracias y salgo con la cabeza bien alta.

La verdad es que se pasaron bastante, deprimirían a cualquiera. Yo creo que no les va bien el negocio y lo pagaron conmigo, sino, no se explica.

- La Fugitiva: todos los madrileños culturetas de pro, hemos ido alguna vez a tomar algo a este maravilloso café-librería, donde los buenos libros cuelgan de las paredes arropándote mientras disfrutas de una buena conversación. La persona que me atiende, que parece el dueño, es extremadamente amable conmigo (lo cual agradecí infinitamente tras el vapuleo de Burma), me deja hablar, ojea el libro, dice que tiene muy buena pinta y una edición realmente cuidada. Luego me dice que no trabaja con la distribuidora, una lástima porque si no lo pedía. No sé si era una excusa, pero por lo menos me trató con educación y cortesía, y me deseo mucha suerte.

- Méndez: que decir de la librería Méndez que todo ávido lector de libros no conozca ya. Todo un clásico de Madrid, donde es realmente fácil encontrarse con, por ejemplo, Javier Marías.

La persona de caja me remite al dueño, quien me mira por encima del hombro perdonándome la vida como si fuera la mayor piltrafa del Universo. Apunta el nombre del libro en un folio y me dice, claramente para que me vaya rápido y sin molestar que lo pedirá. Fue terriblemente humillante.

Le he dicho a todo el mundo que conozco que no vuelva a comprar allí.

- Mujeres: Mujeres es la librería del partido feminista, y todo un referente en mi vida (si, soy feminista y a mucha honra). Es el lugar al que siempre voy a comprar libros cada vez que voy al centro, una parada obligada.

La persona que me atiende dice que no está la dueña y que no puede coger más libros en depósito, porque ya tienen muchísimos. Le aclaro que no quiero dejar el libro en depósito, sino tratar que lo pidan a la distribuidora puesto que se trata de un libro de temática femenina que encaja a la perfección con la filosofía del local. Me escucha atentamente, lo hojea, apunta el nombre del libro, de la editorial, de la distribuidora y me asegura que lo van a pedir.

No he ido a comprobarlo, pero me tengo que pasar un día preguntando por él.

- Mujeres & compañía: es la librería de la asociación feminista del mismo nombre, cuyo objeto es dar a conocer la escritura femenina y hacer visibles sus aportación a la civilización. Conocí esta librería en enero, tras acudir a una sesión literaria organizada por la Asociación de escritores noveles en el café Fígaro, y la verdad es que es un sitio con mucho encanto que merece la pena conocer, uno de esos rincones maravillosos que deparan las callejuelas de Madrid.

Fueron extremadamente amables conmigo, remarcaron que si las librerías pequeñas no ayudan a los escritores que empiezan quien lo va a hacer (aleluya), que nos tenemos que ayudar mutuamente porque autores y libreros se necesitan mutuamente. Por cierto, salí de allí con una novela bajo el brazo, mucha librería estaba pisando yo sin comprar nada, jajaja


Nota para los libreros: sin autores no habría libros ni librerías. No se puede vivir de publicar sólo clásicos, sin nuevos autores la Literatura se moriría, y con ella vuestro medio de vida. No todo el mundo nace siendo un escritor consagrado, hay que empezar desde abajo y tratar de labrarse un camino, a modo de ejemplo decir que Pablo Neruda tuvo que autoeditar su primer libro. Los autores somos quienes en cierta medida sostenemos vuestro negocio, nos necesitáis porque no podéis producir vosotros mismos los textos, además, somos vuestra principal fuente de ingresos ya que todos sin excepción somos ávidos lectores. Como mínimo, nos deberíais tratar con respeto y educación, porque además como decían en Armas de mujer el capullo de hoy puede ser el magnate de mañana, y no sabéis que autor desconocido estará algún día detrás del próximo súper ventas.


miércoles, 20 de marzo de 2019

Hombres, de Angélika Schrobsdorff

Recientemente llegó a mis manos la novela Hombres, de Angélika Schrobsdorff, autora también del gran éxito editorial Tú no eres como otras madres. Lo primero que ha llamado mi atención es que, aunque se acabe que publicar en nuestro país, Hombres fue su primera novela, y Tú no eres como otras madres no fue escrita hasta décadas después, cuando precisamente la primera parece una continuación de la segunda, es más, me atrevería a decir que ambos relatos se deben leer como un todo, pues donde acaba la historia de la madre comienza la de la hija.

Y es que hay partes de Hombres que realmente no se llegan a comprender del todo si previamente no se han leído otros libros de la autora. Sin esas referencias, este primer libro no es más de una sucesión de las historias amorosas de la protagonista, a lo largo de su adolescencia y primera juventud, sin mayor interés que asistir a la contemplación del verdadero significado de la liberación de la mujer. Completado con Tú no eres como otras madres, Hombres es el relato de un alma herida que busca consuelo en los brazos equivocados, que sólo quiere un rinconcito en el mundo donde recomponer su espíritu y dejar de vagar sóla por el mundo tras la terrible devastación de la II Guerra Mundial.

Ya comenté en este blog la profunda impresión que me causó la lectura de Tú no eres como otras madres, pues la autora nos narra una historia, su historia, enmascarada en la excusa de trazar una biografía sobre su madre, con un punto de vista sobre un conflicto bélico tan sumamente traído y llevado hasta ahora prácticamente inexplorado, el de la población civil alemana que no estaba de acuerdo con el nazismo.

Se da la circunstancia de que la autora es medio judía, pero eso es algo puramente anecdótico en su vida, pues bautizada en la fe de su padre y criada en una familia alemana protestante, no descubre la religión de sus abuelos maternos (su madre se convierte al cristianismo) hasta bien entrada la adolescencia. Por lo que el relato es doblemente crudo.

La publicación de Hombres en la Alemania de los años 60, supuso un gran escándalo, lógico si pensamos que leído en el 2019 sorprende la "libertad" con la que la protagonista encara su vida, normal que hace varías décadas, y en una sociedad tan conservadora como la Alemana, levanta ampollas entre los "defensores de la decencia".

Si Tú no eres como otras madres, es una declaración de amor a una madre, que desde luego en nada se parece a otras, Hombres es una declaración de amor a la vida, y ambos son el grito de auxilio de una superviviente herida.

Y nuevamente no cuenta que pasó con su hermana Bettina.

martes, 22 de enero de 2019

Publicar un libro: "Con aire insolente" de Bohodón Ediciones.


En reiteradas veces a lo largo de distintos post he comentado que escribo, que me gusta escribir, que la narrativa es mi gran vocación y la tabla de salvación que me mantiene siempre a flote... bueno, en realidad esa necesidad interior fue lo que llevó a abrir el blog hace ya años. No en vano lleva el título de, para mi, una de las mejores novelas de la Historia de la Literatura, y como también he explicado en más de una ocasión, firmo como El Señor Albín, no sólo por el personaje de dicho libro, es más, podía haber escogido otro personaje con mayor protagonismo, pero me decanté por éste por la curiosa casualidad de que mi bisabuela también se apellidaba Albín (y sí, como el personaje también era judía).

También he hablado en esta, mi pequeña y particular Montaña mágica, en la que como Nafta y Settembrini divago y filosofo sobre cualquier tema que tenga a bien captar mi atención, sobre mi relación con los talleres literarios, así como de mis intentos, hasta ahora infructuosos, de publicar mi primer libro, una colección de relatos cortos.

Pues bien, puedo decir ya alto y claro que soy escritora, porque por fin he conseguido publicar un libro (parece que hasta que no se publica, por mucho que una persona tenga escrito, no se puede considerar a si mismo como escritor). Y lo he publicado de manera tradicional, no es una autopublicación, ni una coedición, circunstancias que como ya he comentado aquí otras veces no quería asumir, me parece una falacia, un autoengaño del autor. Si no consigues publicar, puede que no sea tu momento, deja la obra reposar, dale una vuelta e inténtalo de nuevo, pero no caigas en el engaño de la coedición, y no autopubliques a la primera de cambio.

Además, para mi la simbiosis autor/editor es la esencia verdadera de Literatura, cuantos grandes autores no lo serían tanto sin la labor, oculta siempre, del buen trabajo de su editor. Famoso es el caso de Raymond Carver, quintaesencia del Realismo sucio norteamericano, cuyos relatos fueron cercenados sin piedad por su editor, dando lugar a lo que conocemos hoy día desde un original bastante alejado precisamente de esa prosa tan característicamente carveriana (aunque en este caso tan extremo, siempre he tenido la duda de a quien se le puede considerar el verdadero autor), o el caso de Harper Lee quien reescribe su "Ve, y pon un centinela", por consejo de su editor, cambiando el punto de vista y con ello la voz del narrador, pasando de la visión de un adulto a una visión infantil, dando lugar al genial "Matar a un ruiseñor".

Es algo que se da en muchos géneros. No menos conocida es la transformación que hizo Verdi del original Trigoletto, al final Rigoletto, cambiando no sólo el título, sino añadiendo un área más, la archifamosa La donna e movile, porque, aquí me van a disculpar pero no recuerdo bien si fue su editor, Ricordi, o su no menos genial libretista Arrigo Boito, quien le dijo que le parecía a la obra le faltaba algo.

Además, la editorial es un soporte para el autor y el libro, un ente que debe arroparte, y si no lo hace, es que no hace bien su trabajo.

Que conste que no desprecio la autoedición, es algo a lo que el mercado aboca a muchos autores, sobre todo en géneros con menos ventas como la poesía. El mismísimo Pablo Neruda tuvo que autoeditar sus primeros libros, pero yo buscaba otra cosa.

Así, tras muchos intentos, y sobre todo muchas correcciones del manuscrito original (de hecho, poco han modificado en la editorial) he publicado mi primer libro de relatos cortos: "Con aire insolente" con la editorial Bohodón ediciones. Gracias Marisa y José Luis por dar una oportunidad mi libro.

El título es un verso de El estudiante de Salamanca, la versión del mito de Don Juan de José de Espronceda, en concreto del pasaje en el que el protagonista descubre que está muerto:

"Calado el sombrero y en pie, indiferente
el féretro mira don lix pasar,
y al paso pregunta con su aire insolente
los nombres de aquellos que al sepulcro van.

Mas ¡cuál su sorpresa, su asombro cuál fuera, cuando horrorizado con espanto ve
que el uno don Diego de Pastrana era,
y el otro ¡Dios Santo!, y el otro era él…!"

Porque, ¿qué título se le pone a una colección de relatos cortos? la elección del poeta tiene mucho que ver con ese sastre protagonista de dos de los relatos incluidos en el libro, pero para saber el por que tendréis que esperar a esa novela que algún día escribiré sobre su vida. La elección de la obra de entre todos sus títulos, obedece más a mis gustos personales, me fascina el mito de Don Juan, y el verso en concreto me pareció muy sonoro, y sobre todo que daba mucha fuerza a todas esas mujeres que pululan especialmente por el segundo bloque de relatos.

Y nada más, aparte de dejaros aquí la magnífica acuarela que Eduardo Estrada, un buen amigo, ha tenido a bien pintar para la portada.

Sólo añadir, que todos aquellos ya hayáis leído el libro sois libres de dejar aquí vuestros comentarios sobre el mismo, ya sean bueno o malos, pues precisamente de las mejores críticas negativas (siempre constructivas) son de las que más se aprende.

Espero de todo corazón que os guste.

La imagen puede contener: una o varias personas y texto

miércoles, 28 de noviembre de 2018

La revolución de los seriéfilos:


De un tiempo a esta parte se viene hablando de la época dorada de la ¿televisión?, ¿seguro qué es televisión? yo ya no lo tengo tan claro. La televisión venía siendo hasta la fecha aquello que emitían en los distintos canales, bazofia en su gran mayoría que relegaba productos de calidad, como películas de autor, a altas horas de la madrugada, y que maltrataba sin remedio la emisión de aquellas series que no fueran objeto de audiencias millonarias (como olvidar que en su día La2 no llegó a emitir el último capítulo de A dos metros bajo tierra...). Por tanto, aunque se empeñen en conservar el formato clásico las series de televisión, con capítulos de una determinada duración y la puesta a disposición por temporadas, sinceramente creo que estamos ante el nacimiento de un nuevo género. Está el cine, la televisión, y las plataformas de pago.

La tan cacareadas época dorada ha supuesto el trasvase del talento cinematográfico a la elaboración de series para la televisión y las plataformas de pago. Si el cine cuidaba los guiones hasta el punto de encargarlos a escritores de la talla de Faulkner o Hemingway, ahora esa factura tan cuidada en lo que a la historia se refiere se ha trasladado a las series. Por fortuna, no se ha perdido.

Muchos dicen que esta revolución comenzó con Doctor en Alaska a finales de los 90, pero yo creo que nos tenemos que remontar mucho más atrás, en concreto hasta los años 60, a Los Vengadores, serie que por edad yo nunca que visto salvo por referencias, pero de la que aún hoy se oyen ecos, sobre todo en lo que a estética se refiere. Y no hay que olvidar que la actriz que daba vida a la legendaria Emma Peel, Diana Rigg, es quien interpreta a la sibilina reina de Altojardin en Juego de Tronos. Los Vengadores se trataba de una serie de "espías" por decirlo de alguna manera, que bebía directamente del éxito las películas de James Bond de la época, y cuya influencia, sobre todo en lo que a los retorcidos planes de los malvados aún vemos en películas como Los Increibles o la saga de Gru.

Bueno y también en los 60 tenemos el Santo y el Fugitivo, cuyo capítulo final aún hoy sigue siendo el tercer capítulo más visto de la Historia de la televisión.

Si, hubo vida antes de Netflix y HBO, y había series igual de buenas.

En los 70 tenemos el Superagente 86, que me encanta, y Colombo. Como olvidar ese puro y esa voz, para mi el mejor detective de todas las series. Ah, y tampoco podemos olvidar Arriba y abajo, Starky y Hush o la sencillamente genial Mash. También es la época de Los Ángeles de Charlie o La casa de la pradera, pero reconozcámoslo, han envejecido fatal.

En los 80 el entretenimiento fue el gran protagonista, en el cine (dando lugar a las mejores películas para ver con palominas nunca más vistas) y también en la televisión. Hay quien dice que son muy planas y simplonas, sin ningún valor añadido, pero lo siento, no comparto esa opinión, todos los que vivimos los 80 sabemos que en 1972 un comando compuesto de los mejores hombre del ejército americano fueron encarcelados por un crimen que no habían cometido, no tardaron fugarse de la prisión en la que se encontraban recluidos, hoy buscados todavía por el gobierno sobreviven como soldados de fortuna, si tiene usted algún problema y los encuentra quizá pueda contratarlos, venga vamos todos juntos nananana nanana nanananan nanana ¡El equipo A!, jajajaja

A ver que si todos los capítulos eran iguales y replicaban la misma historia, nos daba y nos sigue dando igual, porque quien no haya tratado de construir una central nuclear con un par de clips y una tableta de chocolate, le haya hablado al reloj cuando tiene el coche aparcado lejos para ver si viene solo, y después de todo le encante que los planes salgan bien, no sabe lo que es la verdadera televisión. Y todo eso sin efectos especiales, ni presupuestos millonarios, y lo siento, por mucha expectación que haga generado la llegada, por fin, de Daenerys Targarian a Poniente, o la muerte de Khal Dogo o Ned Stark no es comparable, ni de lejos, al shock causado por la muerte de Chanquete,  y todos lo sabemos. Porque del barco de Chanquete, no nos moverán.

De aquella época también tenemos Canción triste de Hill Street, cuya música al igual de la Cheers, aún tienen el poder de hacer que me pare, cierre los ojos, y viaje en el tiempo. Canción triste de Hill Street, a mi modo de ver, supone un punto de inflexión, el momento en el que algo comenzó realmente a cambiar, los personajes comenzaron a tener más profundidad y los argumentos iban mucho más allá de simplemente tratar de hacer pasar el rato al espectador, y es que ese "tengan cuidado ahí fuera" sigue siendo de plena actualidad.

Creo que me enamoré por primera vez viendo Remington Steele, y encima luego Pierce Brosnan fue James Bond, para que más, arg... Fue la serie que hizo de la tensión sexual no resulta un arte, y sin la que no hubieran sido posibles Luz de luna, El Mentalista o Bones. Por cierto, no recuerdo haber visto el final... en fin. Por no hablar de que aún espero poder encontrar un hotel como el de la serie del mismo nombre.

Luz de luna, aparte de ser ya el inicio de la transición a los 90, y la catapulta a la fama de Bruce Willis (¡con pelo!), supone otro punto de inflexión en las tan manidas series de detectives, quién puede olvidar los versos de la señorita Topisto contestando al teléfono. Y lo mismo podemos decir de Se ha escrito un crimen, la mejor serie sobre una gafe que yo he visto, si una gafe, porque vamos era aparecer la señora Lansbury por cualquier sitio y morirse alguien, igual en que A dos metros bajo tierra, siempre sabes que en cada capítulo va a morir alguien.

Y en los 90 llegó la revolución, la televisión se vuelve culta y sesuda, y los giros argumentales dan para horas y horas de discusiones en los foros de la recién nacida Internet, ay, que sería de nosotros los frikis sin Internet.

El punto de partida real de esta nueva forma de hacer televisión es Doctor en Alaska, las aventuras y desventuras del Doctor Fleischmann en Cicely, son aún hoy insuperables. Serie llena de referencias cinéfilas y literarias donde las haya, supuso también el inicio del maltrato sistemático por parte los canales de televisión a las series de calidad para desesperación absoluta de sus seguidores. Se emitía los viernes a las 12 de la noche. Para poder ver todos los capítulos en orden me tuve que comprar hace años los DVDs. Sin comentarios. Dicen que quieren hacer un remake, habrá que ver si supera al original, que algunos aún tratamos de sintonizar en la radio el programa de Cris por la mañana en la K-Oso.

Tras Doctor en Alaska, llegó A dos metros bajo tierra, Los Soprano, The Wire, y las Chicas Gilmore. La nueva televisión ya estaba aquí para quedarse, eso si conseguías poder seguir el hilo de alguna debido a los continuos cambios de horario a los que eran sometidas. No conseguí ver en orden Sexo en Nueva York hasta la reposición en Divinity hace unos años. Un horror.

Pero llegó un momento en que los ya seriéfilos acabamos hasta las narices, queríamos ver esas nuevas series, hacerlo en orden y poder comentarlas, y ahí estaba esperándonos nuestro nuevo gran aliado: Internet, y comenzaron las descargas ilegales, de cuya única culpa tuvieron los canales convencionales.

Recuerdo que cuando Cuatro estaba emitiendo Queer as Folk olvidaron, si olvidaron, emitir el último capítulo de la segunda temporada. ¡Una season finale!, eso es imperdonable, los seguidores de la serie unidos y convocados a través un foro donde comentábamos los capítulos nos pusimos a llamar al canal como posesos, y conseguimos que lo emitieran un sábado, a las tres de la madrugada... La tercera temporada la pirateamos subiendo los capítulos al Megaploud, y quien esto escribe es una persona extremadamente respetuosa con los derechos de autor, pero llegó un momento en el que ver una serie de calidad con orden y concierto era imposible.

A través de la red de redes los fanáticos de la televisión nos descubrimos unos a otros, generándose todo un subgénero, los fanfic, continuaciones de las series escritas por los seguidores.

Luego están las esperas interminables, siempre tienen el don de dejarte la historia en el momento más interesante, ¿y ahora tengo que esperar a la semana que viene? o lo que es peor ¿a la emisión de la nueva temporada el próximo año?, un escándalo, y aquí vuelvo al inicio de este post, y es que la nueva forma de ver series bajo demanda a través de plataformas de pago, igualmente de la mano de Internet, si que ha sido toda una revolución.

Quien inventó Netflix, es un friki seriéfilo que estaba harto, no hay que ver que son los primeros a los que se la ha ocurrido la sencilla idea de estrenar las temporadas completas, sin esperas. Porque los seriéfilos no vemos series, nos las bebemos encadenando un capítulo tras otro, es más, yo suelo esperar a que acaben del todo para verme del tirón las X temporadas que corresponda.

Veo lo que quiero y cuando quiero, no tengo que depender de estar pendiente de un horario de emisión (bueno yo siempre he programado la grabación y luego lo he visto cuando he considerado), ni en muchos casos una semana, al estrenarse, como digo, muchas series por temporadas completas. Y yo es que aún no entiendo como puede haber series que respeten ese formato tradicional, y para mi rancio y obsoleto, de emitir un capítulo por semana ¿por qué? si las audiencias en nada serán cosa del pasado.

Lo malo de todo esto es que ver productos de calidad sin pagar ya es casi imposible, se ha visto con Juego de Tronos, Cuatro y La Sexta emitieron las primeras temporadas, pero ahora ya si no se tiene Movistar o HBO es imposible seguir su emisión, y eso aleja a una parte del público de productos de manufactura impecable, condenándoles a tragarse la cada vez más bochornosa televisión gratuita, con honrosas excepciones como Modern Family o The big bang Theory, claro.

Por si a alguien le interesa, ahora mismo estoy viendo como unas 7 series a la vez, Outlander, La casa de papel, El desencanto, El joven Sheldon, Mom, The good Doctor y Younger.

Bienvenidos a una nueva era.