viernes, 23 de septiembre de 2011

Septiembre

Este mes de septiembre está siendo muy raro para mi. Normalmente soy una persona extraordinariamente optimista, que siempre ve el lado positivo de las cosas, como si jugara permanentemente al juego de la alegría de Pollyanna, lo que me permite en la mayoría de las ocasiones encarar la vida con una sonrisa.

Pero ahora es diferente. Estoy triste, y es un estado de ánimo tan inusual en mi, que no sé como encararlo. Diversos problemas de salud a mi alrededor, que no vienen al caso enumerar, unido al estado general del mundo, hace que por primera vez en mi vida encuentre pocas cosas por las que estar alegre.

Mi madre dice que es porque pertenezco a una generación que nunca ha tenido problemas reales, que hemos crecido teniendo de todo, y con todas las oportunidades al alcance de nuestras manos. Y que por eso, la situación que vivimos actualmente nos desborda emocionalmente. No sé si será porque mi madre está en lo cierto, o porque odio la incertidumbre que rodea desde hace meses nuestras vidas, que se acredienta semana a semana, pero miro el futuro con unos ojos que parecen ajenos a mi. 

En febrero de no recuerdo si hace dos o tres años (lo siento, siempre he tenido muy mala memoria temporal) falleció de repente un primo mío a la edad de 35 años. Tuvo un infarto que le hizo fallecer en el acto. Aquello fue muy duro, no solo por el terrible hecho que supone perder a una persona querida, con la que has crecido, sino también porque me supuso por primera vez, tener concienza certera, tangible, inequívoca, de la absoluta fugacidad de la vida.

Polvo eres, y en polvo te convertirás.

Y siento como esa vida limitada se me escapa entre los dedos. Tengo 33 años, en enero cumpliré 34, y ¿qué tengo?: una casa que no es mía, y que no se me permite decorar porque se supone que pese a llevar aquí viviendo 4 años es un acomododo temporal. Sin por supuesto perspectivas de poder acceder a una vivienda propia (cuando teníamos dinero y trabajo, estaba el boom, ahora que bajan los precios, no tenemos dinero ni trabajo). Una pareja que lleva más de un año en paro, y que ya tiene planes para irse a trabajar al extranjero (por lo menos se quedaría en Europa. No hago más que pensar que los sudamericanos que dejan a sus familias al otro lado del mundo, y pasan años sin verlos. Ahora entiendo lo duro que resulta), se me parte el alma cada vez que lo pienso. Y si bueno, yo tengo un buen puesto de trabajo, en lo mío como se suele decir, ejerciendo la profesión para la que estudie, y en una empresa en la que me siento valorada, pero ya nada es eterno, en un segundo todo cambia, el mundo se derrumba a tu alrededor, la empresa puede empezar a ir mal, y todo a la porra.

En cuanto me quiera dar cuenta tendré 40 años, y me veo ... mejor no pensarlo.

Ya ni siquiera me queda la Literatura, que era mi eterno salvavidas. Hace meses que no escribo una palabra, no sé si es un bloqueo, o la vida me ha matado la inspiración. Ah, y nadie quiere publicar mi libro, claro, que quién iba a querer publicar con la que está cayendo un libro de relatos de una autora desconocida, y que seamos francos, a lo mejor es que no tiene talendo ninguno.

Tras escribir estas palabras, asoma tenuemente ni antiguo yo, y me recuerda, que tengo una familia estupenda, y un montón de amigos.  Supongo que no todo es tan malo a mi alrededor.

Por otro lado, hoy en leído en un periódico digital, que Grecia ha presentado de una vez quiebra. ¿Es el principio del fin de Europa? Hasta este año no había sido consciente de lo mucho que la economía influía en nuestras vidas. Tengo 33 años y quisiera tener un bebé, pero si tengo a mi pareja en el extranjero, y la puta economía no se recupera, ¿será posible? bueno, mi suegra (berlinesa) nació en pleno bombardeo aliado, supongo que a todo se puede sobrevivir.

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