lunes, 14 de noviembre de 2011

La Montaña mágica

Hola de nuevo,

He estado más de un mes sin ordenador en casa, así que no he podido escribir nada aquí. Madre mía que mono tenía, jamás pensé que esto de tener un blog me iba a enganchar tanto, estaba deseando volver a "desahogarme" cibernéticamente.

Para celebrar este nuevo comienzo, os dejo una reseña que publiqué hace tiempo en la Web literaria, Mundo Palabras, sobre el libro que da título al blog, la Montaña mágica de Thomas Mann.

La Montaña mágica:

La Montaña mágica, es la gran obra maestra de Thomas Mann, y sin duda alguna una de las cumbres de la narrativa del siglo XX. A Mann le fue concedido el premio Nobel por su primera novela Los Buddenbrook, ya que en aquel momento se concedía a una obre concreta, pese a lo cual la fama internacional le llegó tras la magnífica adaptación al cine, por parte de Visconti, de su novela corta La Muerte en Venecia; sin embargo, ha sido gracias a este libro que su nombre figura con mayúsculas en la historia de la Literatura.

Escrita durante el periodo de entreguerras, pero situada en los años previos a la Primera Guerra Mundial, nos cuenta la historia de Hans Castorp un ingeniero de Munich de familia acomodada, que decide pasar unas vacaciones visitando a su primo Joachim, que aquejado de tuberculosis se encuentra ingresado en un hospital de los Alpes suizos. Una vez allí, los médicos descubren que el propio Hans padece la misma enfermedad, y le recomiendan el ingreso, pasando así a formar parte de la curiosa familia que habita en aquel lugar.

Esta sencilla premisa argumental, no es más que un astuta excusa del autor para situar a los personajes en un entorno que nada aporta al desarrollo de la historia, envueltos por una rutina presa de un sin fin de comidas y reposos envueltos en mantas sobre una chaise longe al aire libre, donde las voces de los protagonistas se convierten en dueños absolutos de la acción.

Durante más de 700 páginas, literalmente oiremos los diálogos entre Joachim y su primo, con los inolvidables Nafta, Septembrini, el señor Alvín… Así en un lugar, con personas procedentes del todo el continente europeo, donde los rusos comen por separado en función de si son ordinarios o refinados, y el arte de envolverse en mantas adquiere dimensiones casi sagradas, se nos irán mostrando las distintas corrientes filosóficas o artísticas, que hacen que la cultura occidental sea lo que es, y no otra cosa, llegando a desgranar que es lo que nos une y nos separa a los distintos europeos como pueblo único.

Sin embargo, este libro encierra una trampa agazapada entre sus últimas páginas, y es que esas personas tan cultivadas, que no tienen nada mejor que hacer que entregarse a interminables diatribas, verán alterado todo su mundo ante el estallido de la Primera Guerra Mundial, que les obligará a abandonar su aislado refugio y enfrentarse al mundo real.

Con este magistral cambio de registro, Mann le da, en apenas dos hojas, la vuelta al significado completo del libro, mostrándonos que todo aquello que hasta ese momento parecía querer ensalzar, no era sino una feroz crítica de los planteamientos y actitudes que llevaron a la entonces conocida como Gran Guerra.

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